El 7 de diciembre de 1893,
Josefina Bakhita –esclava sudanesa comprada por el diplomático Callisto Legnani
con el propósito de devolverle su libertad– entró en el noviciado de Venecia de
las Hijas de la Caridad Canossiana, fundadas por santa Magdalena de Canossa en
1808 en los suburbios más pobres de Verona, dedicadas a la escolaridad gratuita
de niños pobres, catequesis, visita a enfermos en los hospitales, apoyo al
presbiterado y ejercicios espirituales para las damas de la nobleza, a fin de
incitar en ellas la práctica de la caridad.
Año y medio después, Bakhita
pasó a Verona para tomar el hábito. Y al cumplirse los tres años, volvió a
Verona para pronunciar sus primeros votos. Bakhita tenía 38 años de edad. Será
el nuevo patriarca de Venecia, cardenal José Sarto, futuro papa san Pío X,
quien firme el visto bueno a la aspirante. El patriarca la despedirá con estas
palabras:
–Pronunciad los santos
votos sin temor. Jesús os quiere, Jesús os ama. Ámelo y sírvalo así.
A partir de este momento, durante
los próximos cincuenta años, se dedicará a los oficios más humildes dentro de
su congregación. En 1902, pasará de Venecia a Schio, en la región del Véneto,
donde ejerció durante años como cocinera, sacristana, costurera y portera. Humilde
y sencilla, será en la portería donde tome contacto más amplio con la gente de
Schio, grandes y pequeños. Será conocida como «la nostra Madre Moretta»,
nuestra Madre Morenita.
Será en Schio, en 1910,
donde Bakhita, a petición de su superiora, dictará sus Memorias con
el relato doloroso de su vida: su esclavitud. Fueron editadas en 1930. Tres
años más tarde, en 1933, Bakhita recibe de sus superioras el mandato de visitar
las casas del Instituto para potenciar el espíritu misionero. Y se verá
obligada a contar una y otra vez los retazos dolorosos de su vida con gran
pesar suyo. Confesará:
–Cuando en grandes aforos me mostraban a la muchedumbre como la bella
bestia me hundía en la nada. Si hubieran podido ver en mí una santa habría sido
distinto, pero yo, pobre miserable, que no sabía ni hablar, ¿qué podía hacer?
Una religiosa, al verla por primera vez, exclamó:
–¡Qué negra es!
Bakhita le respondió:
–Pero, ¿sabes? ¡Mi alma es blanca!
Una niña, al verla, le ofreció un trozo de jabón para que se levara
las manos. Y ella le dijo a la niña:
–Es verdad que soy morena, pero soy hija de Dios.
Unos jóvenes le preguntaron:
–Si se encontrara a los que la secuestraron y la trataron tan
cruelmente, ¿qué haría?
–Me arrodillaría a besarles las manos, porque si no hubiera sucedido
aquello, ahora no sería cristiana y religiosa.
Bakhita se refería al
Señor llamándolo siempre «el Patrón». ¡Había tenido tantos patrones en su vida
que la habían martirizado! Ahora tiene al Patrón con mayúscula que la ama y
ella lo ama. Solía responder:
–Así quiere el Patrón… Proveerá
el Señor: Él es el Patrón.
–Alguna vez sí he tenido
también yo mis contrariedades, pero las superé pensando: es el Patrón quien
quiere esto.
Las hermanas le
preguntaban si no se cansaba:
–Para el Señor nunca es
demasiado. ¿Crees que es fácil contentar al Patrón? Pero yo hago todo lo que
puedo: el resto lo hace Él.
Tenía puesta su confianza
en Él:
–Yo he dado todo al
Patrón, Él cuidará de mí: estoy en deuda con Él.
Cuando le oyen hablar de
su esclavitud, alguien suelta esta exclamación:
–¡Pobrecilla!
Y Bakhita le contesta:
–¿Yo pobrecilla? No; yo no
soy pobrecilla, porque soy del Patrón y estoy en su casa; todos aquellos que no
son del Señor, esos son pobrecillos.
Una persona le dijo:
–¿Irá pronto al Paraíso?
–Ni un momento antes ni un
momento después de cuando el Patrón quiera.
–¿Y si el Señor no la
quisiera en el Paraíso?
–Que me ponga donde
quiera. Cuando estoy con Él y donde Él quiere, estoy bien en cualquier parte.
Él es el Patrón, yo soy su pobre criatura.
Murió el 8 de febrero de
1947. Sus últimas palabras fueron estas:
–¡Qué feliz estoy! ¡La
Virgen... la Virgen!
El frutero de Schio le decía que iría directa al Paraíso. Y Bakhita le
respondía:
–Me contento con un
rincón.
Solía decir:
–Voy poquito a poquito hacia la eternidad... con dos maletas: una
contiene mis pecados, la otra, mucho más pesada, los méritos de Jesucristo.
Cuando aparezca delante del Señor, cubriré mi maleta fea con los méritos de la
Virgen; después abriré la otra, presentaré los méritos de Jesús y diré al Padre
eterno: «Juzga lo que ves». ¡Oh, estoy segura de que no me echarás! Entonces
miraré hacia san Pedro y le diré: «Cierra la puerta, porque me quedo».
También había dicho:
–Cuando muera, no daré
miedo a nadie.
Su fama de santidad corrió como la espuma y pronto,
en 1959,
comenzó el proceso para la causa de canonización. En 1978 fue declarada
venerable. En mayo de 1992 fue beatificada por Juan Pablo II y el 1 de octubre
de 2000 fue canonizada por el mismo papa que la llamó Nuestra Hermana
Universal. Se celebra su fiesta el 8 de febrero.
Josefina Bakhita es un
ejemplo y una gran abogada de la emancipación de las mujeres en el mundo de
hoy. Desgraciadamente, la esclavitud y la sumisión de las mujeres sigue siendo
una tragedia en África y en Sudán, la tierra natal de Josefina Bakhita. La Iglesia
muestra a esta humilde Madre Morenita, elevada a los altares, como ejemplo de
superación, de santidad de vida y de perdón de los enemigos.
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