viernes, 8 de febrero de 2019

Josefina Bakhita, la esclava negra


El 7 de diciembre de 1893, Josefina Bakhita –esclava sudanesa comprada por el diplomático Callisto Legnani con el propósito de devolverle su libertad– entró en el noviciado de Venecia de las Hijas de la Caridad Canossiana, fundadas por santa Magdalena de Canossa en 1808 en los suburbios más pobres de Verona, dedicadas a la escolaridad gratuita de niños pobres, catequesis, visita a enfermos en los hospitales, apoyo al presbiterado y ejercicios espirituales para las damas de la nobleza, a fin de incitar en ellas la práctica de la caridad.


Año y medio después, Bakhita pasó a Verona para tomar el hábito. Y al cumplirse los tres años, volvió a Verona para pronunciar sus primeros votos. Bakhita tenía 38 años de edad. Será el nuevo patriarca de Venecia, cardenal José Sarto, futuro papa san Pío X, quien firme el visto bueno a la aspirante. El patriarca la despedirá con estas palabras:
–Pronunciad los santos votos sin temor. Jesús os quiere, Jesús os ama. Ámelo y sírvalo así.
A partir de este momento, durante los próximos cincuenta años, se dedicará a los oficios más humildes dentro de su congregación. En 1902, pasará de Venecia a Schio, en la región del Véneto, donde ejerció durante años como cocinera, sacristana, costurera y portera. Humilde y sencilla, será en la portería donde tome contacto más amplio con la gente de Schio, grandes y pequeños. Será conocida como «la nostra Madre Moretta», nuestra Madre Morenita.
Será en Schio, en 1910, donde Bakhita, a petición de su superiora, dictará sus Memorias con el relato doloroso de su vida: su esclavitud. Fueron editadas en 1930. Tres años más tarde, en 1933, Bakhita recibe de sus superioras el mandato de visitar las casas del Instituto para potenciar el espíritu misionero. Y se verá obligada a contar una y otra vez los retazos dolorosos de su vida con gran pesar suyo. Confesará:
–Cuando en grandes aforos me mostraban a la muchedumbre como la bella bestia me hundía en la nada. Si hubieran podido ver en mí una santa habría sido distinto, pero yo, pobre miserable, que no sabía ni hablar, ¿qué podía hacer?
Una religiosa, al verla por primera vez, exclamó:
–¡Qué negra es!
Bakhita le respondió:
–Pero, ¿sabes? ¡Mi alma es blanca!
Una niña, al verla, le ofreció un trozo de jabón para que se levara las manos. Y ella le dijo a la niña:
–Es verdad que soy morena, pero soy hija de Dios.
Unos jóvenes le preguntaron:
–Si se encontrara a los que la secuestraron y la trataron tan cruelmente, ¿qué haría?
–Me arrodillaría a besarles las manos, porque si no hubiera sucedido aquello, ahora no sería cristiana y religiosa.
Bakhita se refería al Señor llamándolo siempre «el Patrón». ¡Había tenido tantos patrones en su vida que la habían martirizado! Ahora tiene al Patrón con mayúscula que la ama y ella lo ama. Solía responder:
–Así quiere el Patrón… Proveerá el Señor: Él es el Patrón.
–Alguna vez sí he tenido también yo mis contrariedades, pero las superé pensando: es el Patrón quien quiere esto.
Las hermanas le preguntaban si no se cansaba:
–Para el Señor nunca es demasiado. ¿Crees que es fácil contentar al Patrón? Pero yo hago todo lo que puedo: el resto lo hace Él.
Tenía puesta su confianza en Él:
–Yo he dado todo al Patrón, Él cuidará de mí: estoy en deuda con Él.
Cuando le oyen hablar de su esclavitud, alguien suelta esta exclamación:
–¡Pobrecilla!
Y Bakhita le contesta:
–¿Yo pobrecilla? No; yo no soy pobrecilla, porque soy del Patrón y estoy en su casa; todos aquellos que no son del Señor, esos son pobrecillos.
Una persona le dijo:
–¿Irá pronto al Paraíso?
–Ni un momento antes ni un momento después de cuando el Patrón quiera.
–¿Y si el Señor no la quisiera en el Paraíso?
–Que me ponga donde quiera. Cuando estoy con Él y donde Él quiere, estoy bien en cualquier parte. Él es el Patrón, yo soy su pobre criatura.
Murió el 8 de febrero de 1947. Sus últimas palabras fueron estas:
–¡Qué feliz estoy! ¡La Virgen... la Virgen!
El frutero de Schio le decía que iría directa al Paraíso. Y Bakhita le respondía:
–Me contento con un rincón.
Solía decir:
–Voy poquito a poquito hacia la eternidad... con dos maletas: una contiene mis pecados, la otra, mucho más pesada, los méritos de Jesucristo. Cuando aparezca delante del Señor, cubriré mi maleta fea con los méritos de la Virgen; después abriré la otra, presentaré los méritos de Jesús y diré al Padre eterno: «Juzga lo que ves». ¡Oh, estoy segura de que no me echarás! Entonces miraré hacia san Pedro y le diré: «Cierra la puerta, porque me quedo».
También había dicho:
–Cuando muera, no daré miedo a nadie.
Su fama de santidad corrió como la espuma y pronto, en 1959, comenzó el proceso para la causa de canonización. En 1978 fue declarada venerable. En mayo de 1992 fue beatificada por Juan Pablo II y el 1 de octubre de 2000 fue canonizada por el mismo papa que la llamó Nuestra Hermana Universal. Se celebra su fiesta el 8 de febrero.
Josefina Bakhita es un ejemplo y una gran abogada de la emancipación de las mujeres en el mundo de hoy. Desgraciadamente, la esclavitud y la sumisión de las mujeres sigue siendo una tragedia en África y en Sudán, la tierra natal de Josefina Bakhita. La Iglesia muestra a esta humilde Madre Morenita, elevada a los altares, como ejemplo de superación, de santidad de vida y de perdón de los enemigos.

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