jueves, 24 de agosto de 2017

No tinc por: ¿No tengo miedo?

Este grito –No tinc por (en catalán). No tengo miedo– ha resonado en Barcelona en la manifestación multitudinaria a raíz del terrible atentado yihadista del pasado jueves 17 de agosto en Las Ramblas y posteriormente en el pueblo tarraconense de Cambrils.
Pues no sé que decir. Porque yo sí tengo un poco de miedo. Recuerdo que el año pasado, 8 de octubre de 2016, escribí en este mismo lugar de Mi Parroquia de Papel un artículo que titulé: «El islam y quién nos quita el miedo».
Trataré de no repetirme. Pero cuanto allí dije sigue siendo vigente para mí. Y hace un año no estaba presente ningún atentado en nuestra tierra, aunque sí en Europa.


 Hay que partir de un principio. El islam no es solo una religión como el cristianismo. Es religión, estado, política, economía, todo, como bien dice Samir Khalil, islamólogo natural de Egipto, profesor durante muchos años en Líbano, sacerdote jesuita, profesor del Pontificio Instituto Oriental y del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islamistas, ambos en Roma.
Sin llegar al terror del ISIS/Daesh, que practica el islamismo más bárbaro e inhumano, para el islam existe la exclusión de quien no es musulmán. Samir Khalil y su familia cristiana lo sufrieron en Egipto, su pueblo natal. Y lo explica:
–¿Cómo se sabe que una persona es cristiana? En el carnet de identidad, en Egipto y otros países, se escribe la religión. En todos los países árabes. Así que, las discriminaciones existirán siempre, porque el sistema musulmán no consigue concebir una laicidad positiva, que es lo que nosotros pedimos. No el laicismo anti-religioso, que existe en algunos países occidentales, sino una laicidad positiva, como la llama también el papa Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente. Es decir, un laicismo en el cual no se haga distinción entre creyente y no creyente, cristiano, musulmán o hebreo.
El P. Samir sigue, como el otro jesuita y ahora papa Francisco, ese buenismo evangélico de acogida, y piensa que en Europa se puede vivir juntos en paz y tolerancia. Y dice:
–Es esto lo que tenemos que recrear hoy en día: ayudar a los musulmanes a vivir juntos como hermanos… A nosotros nos toca dar otro modelo de coexistencia, de fraternidad, y decir de dónde lo hemos aprendido: del Evangelio y de Jesús. Si quieres ser perfecto, ve y sigue a Jesús. Vive según el modelo del Evangelio. Esta es nuestra misión.
Y añade:
–Se podrían cambiar muchas cosas si se dijese: Bien, Dios ha enviado a los musulmanes a Europa. Son ahora tal vez quince millones, casi. ¿Qué hacemos para hacerles conocer el Evangelio? Es decir, una superación del Islam y del ser humano ordinario. El Evangelio es el máximo. ¿Por qué no lo transmitimos? Antes, nuestros padres atravesaron los mares, afrontaron el martirio, fueron matados, etcétera… para ganar a un musulmán para el Evangelio. Hoy no tengo necesidad de atravesar el mar. Ellos vienen. Entonces, intentar marginarles… esto es un crimen. No es permisible. Se trata de acogerlos, y decirles: ‘Te doy la cosa más hermosa que tengo, el Evangelio’… Y si alguien descubre que el Evangelio es de veras la cosa más hermosa, le invito a ser cristiano. Pero es una invitación, nada más. 
 Como creyente y como sacerdote he de creer en ello. Aunque la razón y la historia me inclinen a pensar en otra cosa. Sería como aquello que dice el Evangelio del rico, que es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico en el cielo. Pues lo mismo del musulmán. ¡Qué difícil es la conversión de un musulmán! Y no ya conversión al cristianismo y a los valores cristianos de Occidente, ni siquiera a los valores democráticos.
Musulmán significa aquel que se somete. Nace como súbdito, así se siente, no sabe lo que es ser ciudadano libre. El islam es Mahoma y no ha cambiado nunca ni cambiará. Un mundo islámico que no ha aportado a la humanidad ni un solo invento o descubrimiento científico en toda su historia. Recojo estos datos:
–Cada año se traducen más libros al español que el total de libros que se han traducido al árabe en los últimos mil años. De las 1.800 universidades del mundo islámico, tan solo una sexta parte cuenta con un miembro del claustro que haya publicado algo.
Y quieren dominar un mundo dividido por Mahoma en Dar al islam, que es la tierra del islam, y Dar al Harb, la tierra de la guerra, compuesta por el resto del planeta, al que hay que imponer la Ley Sharía, el cuerpo de derecho islámico, un código detallado de conducta, en el que se incluyen las normas relativas a los modos del culto, los criterios de la moral y de la vida, las cosas permitidas o prohibidas, las reglas separadoras entre el bien y el mal. Cuando la Sharía impere en todo el globo terráqueo, llegará el fin del mundo.
Dicho todo esto, y con perdón, digo como Albert Boadella, director teatral catalán exiliado en Madrid, que «el lema ‘no tenemos miedo’ es falso; sí lo tenemos y mucho».
Miedo, y no tanto por mí, con una vida ya vivida, sino por esta débil Europa que ha renegado de su esencia cristiana.

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