miércoles, 30 de septiembre de 2015

Tesoro del Carambolo

Se hacían obras de ampliación –tal día como hoy, 30 de septiembre de 1958– en terrenos de la Real Sociedad de Tiro de Pichón, situada en la loma que se alza sobre Sevilla, atravesada Triana, y que conduce a Castilleja de la Cuesta. La azada de un obrero –digamos su nombre, para que conste: se llamaba Alonso Hinojos del Pino– dio con un objeto metálico. Se trataba de un brazalete de oro de 24 quilates. Y así se dio con el fabuloso tesoro tartésico conocido como Tesoro del Carambolo.
  

«Todo comenzó –cuenta el profesor Juan de Mata Carriazo– aquella mañana del 30 de septiembre de 1958 con el descubrimiento casual del tesoro del Carambolo. Como en aquella sazón yo era catedrático de Prehistoria e Historia de España Antigua y Media en la Universidad de Sevilla, y Delegado de Zona del Servicio nacional de Excavaciones Arqueológicas en su distrito universitario, fui convocado el 2 de octubre, con otros arqueólogos sevillanos, a las oficinas de un Banco, cuyo secretario lo era también de la Sociedad del Tiro de Pichón, en cuyas instalaciones se había descubierto el tesoro. Cuando en aquella tarde memorable tuve en mis manos aquellas joyas, con el deslumbramiento correspondiente, mientras mis colegas tanteaban todas las hipótesis posibles para su clasificación (visigodas, bizantinas, precolombinas, musulmanas), yo fui rebatiéndolas una por una; para terminar afirmando que eran tartésicas. Fue, sobre todo, un acto de intuición. El análisis que iba haciendo de todos sus caracteres y circunstancias me convenció muy pronto de que eran indígenas y del segundo cuarto del milenio primero (750-500) antes de Cristo... Cuando los señores del Tiro de Pichón nos llevaron al lugar del hallazgo, yo les pedí permiso para emprender su excavación... Esta excavación puso al descubierto las ruinas, calcinadas por un incendio, de una gran cabaña oblonga, de unos 6 metros de eje mayor por unos 4,5 de eje menor, sin cimientos aparentes, cuyas paredes debieron ser varetas o cañas, sujetas con unas pellas de barro que al cocerse con el fuego conservaron sus nítidas imprimaciones. Pudieron emplearse también adobes, que al calor del incendio fundió... El expolio de la excavación consistió, principalmente, en una cantidad prodigiosa de cerámicas, todas fragmentadas, en las que al cabo de una paciente y minuciosa clasificación pudimos distinguir hasta veinte variedades. Ni una sola pieza completa. Ni cuando pudimos concertar los fragmentos de algunas llegaron a definir por completo su forma. El resto del ajuar fueron dos puntas de flecha de cobre, algunas barritas de punta aguda que pudieron ser puntas de fíbulas, tres molinos de mano de piedra, con la base barquiforme y la moledera esférica, una plaza de arquero, incompleta, muchos huesos de animales, muchas conchas de almejas, y una especie de cuchara o paleta de barro cocido, con ranuras cruzadas en el lado cóncavo, de tipo eneolítico, con paralelos portugueses».
Los primeros resultados fueron ofrecidos por el profesor Carriazo el 10 de octubre en el salón de sesiones del Ayuntamiento ante las autoridades, académicos y los miembros de un Congreso de Cooperación Intelectual que se celebraba en Sevilla. La primera noticia al gran público apareció en las páginas del diario ABC (16 noviembre 1958) en un artículo del mismo profesor con los resultados de tan singular hallazgo. «El tesoro y los demás materiales obtenidos en la excavación del yacimiento, principalmente su cerámica pintada, constituyen la revelación de toda una cultura prehistórica, hasta ahora desconocida. Es imposible, por mucha que quiera ser nuestra preocupación y reserva, dejar de relacionar esta cultura con el pueblo de Tartesos, la más antigua entidad política superior de todo el Occidente europeo, bien conocida por las fuentes literarias, pero de cuyo contenido material no sabíamos hasta ahora nada cierto. Esta es la inmensa importancia de estas joyas y de esta cerámica pintada, de la que puedo ofrecer una primera información».
Y relata en síntesis el singular hallazgo de El Carambolo. «El tesoro está formado por 21 piezas de 24 quilates, con un peso total de 2.950 gramos. Joyas profusamente decoradas, con un arte fastuoso, a la vez delicado y bárbaro, con muy notable unidad de estilo y un estado de conservación satisfactorio, salvo algunas violencias ocurridas en el momento del hallazgo».
En definitiva, un tesoro compuesto por un pectoral rectangular decorado con motivos florales, dos brazaletes cilíndricos decorados con rosetas y semiesferas, ocho placas rectangulares, un pectoral similar de dimensión muy reducida, un collar con siete colgantes en forma de anillos signatarios y otras ocho plazas rectangulares más pequeñas.
«El tesoro –manifestó el profesor Carriazo– ha sido ya calificado con las atribuciones más diversas; asirio, egipcio, púnico, celta, incásico y visigodo. Pero es con toda evidencia hispánico y andaluz. Su cronología puede oscilar, con máxima amplitud entre los siglos VIII y III antes de Cristo. A la vista del yacimiento, sin embargo, a nosotros nos parece tartésico, y del siglo VII al VI. Un tesoro digno de Argantonio».
Tartesos, reino enigmático y fantástico del extremo de Occidente, cercano a las columnas de Hércules, ofrecía en sus entrañas una muestra de su cultura ancestral. Tartesos es la primera cultura andaluza propiamente dicha, desarrollada en el último período del Bronce, cuando en los demás pueblos peninsulares aún no se había introducido el hierro. Su capital, Tarsis, de ubicación incierta en el valle del Guadalquivir, es citada por Isaías en la Biblia y por los escritores griegos. El momento de mayor esplendor de este pueblo, que mantiene relaciones comerciales con fenicios y griegos, se sitúa en el siglo VI antes de Cristo. Su rey, Argantonio, único nombre conocido históricamente de la dinastía tartésica, aparece documentado en Herodoto y Anacreonte y debió reinar entre los años 630 y 550 antes de Cristo. Modelo de longevidad –más de cien años se le supone–, ha impulsado a algunos historiadores a considerar bajo el nombre de Argantonio más una dinastía que un rey concreto.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Por quién doblan las campanas

«Por quién doblan las campanas» es el título de la novela de Ernest Hemingway, publicada en 1940, donde relata el entonces corresponsal de guerra americano una página de la dolorida guerra civil española de 1936.
Asumo el título y pregunto:
–¿Doblan o repican las campanas?
Porque las campanas tienen su lenguaje. Doblar las campanas es «tocar a muerto», un toque pausado, lento, distanciados los golpes del badajo; repicar en cambio implica «fiesta o regocijo» y las campanas parecen estallar de júbilo.
Se me viene a las mientes aquel día del año 1953, cuando Roma comenzaba ya a segar los pies del cardenal Segura, arzobispo de Sevilla, para que renunciara a la diócesis, y le quitó parte del entonces extenso territorio de la archidiócesis hispalense. Y se creó la diócesis de Huelva. Cuando salió a la prensa la noticia, el cura de Paterna del Campo (Huelva) se puso a repicar las campanas, de puro gozo, durante todo el día. Brutote como era, se creía ya libre del arzobispo selvático que presidía la archidiócesis. Pero tardarían meses en llegar las bulas, el nombramiento de un nuevo obispo, la erección de la diócesis, etc. Segura seguirá mandando durante meses.
¿Qué ocurrió? Que el cardenal lo mandó castigado a la otra punta de la diócesis, al pueblo de Ardales (Málaga), que entonces pertenecía a la diócesis de Sevilla. Y allí estuvo varios meses hasta que se constituyó la diócesis de Huelva, tomó posesión el obispo nuevo, Cantero Cuadrado, que lo repescó y lo llamó a su diócesis, enviándolo de cura a Bonares.
El repique continuado de campanas del buenote del cura de Paterna del Campo se convirtió para él, sin esperarlo, en sonido fúnebre de difuntos.
El próximo domingo sonarán las campanas de las parroquias de la diócesis de Solsona. Es el 27-S. Y su joven obispo Xavier Novell (45 años), creo que el obispo más joven de ¿España o de Cataluña? Estoy hecho un lío… Pues este obispillo, así de diminuto de edad y de caletre, ha publicado el domingo pasado una glosa dominical que es una petición del voto en toda regla para las que denomina las «candidaturas del sí», es decir, las separatistas. Y ha ordenado a todas las parroquias que el domingo 27 de septiembre, a las 9 de la mañana, toquen las campanas «para anunciar que ha llegado el día de la libertad».
–He animado a todos los rectores a tocar las campanas este domingo a las nueve de la mañana. Un buen repique para despertar a todos y anunciar que ha llegado el día de la libertad, el día que tenemos en nuestras manos la decisión sobre el futuro de nuestro pueblo.
Y añade:
–Muchos de vosotros os levantaréis sabiendo bien qué votar. Conocéis la candidatura que quiere aglutinar el sí que facilite un reconocimiento internacional del proceso de la independencia. Sabéis de la otra candidatura a favor del sí. Os queda claro también que el voto para cualquiera otra de las candidaturas significa no a la independencia.
A los decididos les dice:
–Sabéis que el éxito de este referéndum (sic) depende de la participación y todos conocéis personas, parientes o vecinos, que para votar necesitan que alguien les anime y acompañe.
Y a los indecisos este consejo:
–A los dudosos también os pido que vayáis a votar y os doy un sencillo consejo, creo que adecuado a quien se considera vuestro padre y pastor: si no sabéis qué votar, escuchad a vuestros hijos y nietos mayores de edad. Lo que decidimos es el futuro de Cataluña y el futuro es de ellos. ¡Tantas cosas habéis hecho por ellos...! ¡Votad, también, por ellos!
Pienso que habrá que incluir a este obispo en el lote de la monja Teresa Forcades, la otra monja argentina Lucía Caram y la Karmele Marchante, y que formen un cuarteto parroquial que cante en la TV3. Sería divertido.
Y Roma, a ver si tiene más vista a la hora de nombrar obispos en las diócesis catalanas. Ya escribía yo la semana pasada que la diócesis de Barcelona ve envejecer a su cardenal –que tenía que ser jubilado hace tiempo– porque no encuentran a nadie que lo pueda sustituir.
Es el vacío. Tal vez los toques de las campanas que el obispo de Solsona pretende que sean de júbilo se conviertan en dobles de difuntos. 

domingo, 20 de septiembre de 2015

Archidiócesis de Barcelona, difícil solución

No hay tertulia en la radio o televisión que mañana, tarde y noche no nos atosigue con el tema de Cataluña ni prensa que no arranque sus titulares sobre lo mismo. Pues hablemos de ello, de lo que habla todo el mundo. Pero yo incidiré en lo mío, en mis temas, en lo que algo sé.
Ya que la sucesión en el arzobispado de Barcelona no tiene visos de producirse, tras tres años y medio de la renuncia obligada de su actual arzobispo, el cardenal Martínez Sistach, al cumplir los setenta y cinco años, me temo que ello sea así porque Roma no encuentra, en la actual situación, quién le pueda sustituir con ciertas garantías de acogida y en paz.
La archidiócesis de Barcelona tiene en estos tiempos la importancia que en épocas anteriores tenía el arzobispado de Tarragona, que se gloriaba de llamarse primada de las Españas en competencia con Toledo. Hoy, tras el ascenso en 1964 de Madrid y Barcelona de sedes sufragáneas de Toledo y Tarragona a arzobispados con obediencia directa de la Santa Sede, se vieron desligadas respectivamente de Toledo y Tarragona y adquirieron tal relevancia que hoy no se conciben sin un cardenal al frente de ellas.
Un siglo atrás, y me adentro en la historia, Tarragona estaba regida por el cardenal Vidal y Barraquer. En 1923, el entonces capital general de Barcelona, Miguel Primo de Rivera, dio un golpe de Estado y trajo la Dictadura. Entre sus muchos problemas, consideraba él uno primordial arreglar el tema separatista de Cataluña. Y un deseo suyo fue presionar al nuncio y a la Santa Sede para que el cardenal Vidal y Barraquer, arzobispo de Tarragona, fuese alejado de Cataluña y enviado a una diócesis distante de su tierra, para sustraerlo «de las dificultades que le ofrece el gobierno de la Sede tarraconense por su origen catalán y amistad personal, y aun parentesco, con significados políticos de marcada nota catalanista».
En su primer año de Dictadura pretendió que trasladaran a Vidal y Barraquer a Zaragoza, vacante la sede maña tras el asesinato de su arzobispo, cardenal Soldevila. Y lo quiso llevar igualmente a Burgos en 1926, para el que había sido nombrado el obispo de Coria, Pedro Segura y Sáenz. Fue esta una batalla diplomática que duró varios meses. Incluso Primo de Rivera envió a Roma nuevo embajador con la misión de presionar sobre ello a la Santa Sede.
Esta, en un deseo de contentar, respondió que se resolvería el caso cuando llegara el momento y con anuencia del propio Vidal y Barraquer. La propuesta de Primo de Rivera era que Segura fuera a Tarragona y Vidal y Barraquer a Burgos. Pero el nuncio Tedeschini escribió al secretario de Estado, cardenal Gasparri, proponiendo una solución intermedia ante las insistentes presiones del Gobierno.
Segura no puede ir a Tarragona –manifestaba Tedeschini– porque, «de hecho, ha vivido siempre en Castilla y no sabe una palabra de catalán ni conoce los usos y el ambiente de Tarragona. En cambio, el arzobispo de Valencia, no diré que conoce a la perfección la lengua y costumbres de Tarragona, siendo él también de Castilla; pero por lo menos vive desde hace tres años en Valencia, donde se habla una lengua muy afín a la catalana, tan afines que, como bien sabe la Santa Sede, sea por el pasado, sea mucho más en estos últimos tiempos, son escogidos de Valencia los candidatos para las diócesis catalanas, como un término medio impuesto por la utilidad y la prudencia. El arzobispo de Valencia por lo tanto debe entender algo del valenciano y es persona pacífica que no conoce impetuosidad de carácter y precipitación de acción, y es amable en el trato más de lo que se pueda decir. A Valencia se podría enviar al cardenal Vidal, lo que es lícito esperar, sería acogido bien por el clero y los fieles. Valencia, por otra parte, considerada en sí misma, no debería desagradar al cardenal Vidal, ya porque es una archidiócesis importante por extensión y por número de fieles (1.058.000, mientras Burgos cuenta 324.600 y Tarragona 210.000) y por la abundancia de obras católicas; deseable también por el clima y por la riqueza del terreno, y no hablemos de las finanzas, puesto que el Concordato asigna al arzobispo de Valencia un honorario de 37.500 pesetas, mientras que da a Burgos y a Tarragona apenas 32.500. Pero me apresuro a declarar que también esta combinación tiene sus inconvenientes y no menos importante es que el arzobispo de Valencia es de presumir que cambiaría a regañadientes y solo por obediencia su sede actual con Tarragona, harta ahora de dificultades por el delicadísimo problema que es causa de esta propuesta. Por último, no debo soslayar que la presentación y aceptación del obispo de Coria para la archidiócesis de Burgos es ya conocida, no solo por el obispo de Coria sino también por todos los metropolitanos de España, y creo que por otros elementos del clero y del laicado. El Gobierno, que tiene en su mano la censura, ha tratado de impedir que se hable de ello en los periódicos, pero ello no ha impedido que los periódicos de provincia hayan ya hablado de la promoción del obispo de Coria como arzobispo de Burgos. Un cambio por tanto de la Santa Sede no podría impedir los comentarios».
Esto ocurría en 1926. Me gustaría leer los mensajes cifrados que el actual nuncio envía a Roma y las respuestas que el secretario de Estado le devuelve sobre el espinoso tema de la sucesión del actual arzobispo de Barcelona. Pero cuando estos papeles salgan a la luz de los Archivos Secretos Vaticanos estaremos todos calvos.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Madre María de la Purísima

Se llama María de la Purísima de la Cruz y el próximo 18 de octubre de 2015, domingo del Domund, será canonizada en Roma por el papa Francisco. Segunda Hermana de la Cruz, después de santa Ángela, fundadora de la Compañía de la Cruz en 1875, y nueva gloria y honor para la Iglesia de Sevilla al contar con una santa más.
¿Cómo es posible que haya ascendido en tan corto espacio de tiempo a la gloria de los altares? Han transcurrido tan solo diecisiete años –desde su muerte en Sevilla en 1998– para alcanzar el último peldaño del coro de los santos. Porque subir a los altares ya lo hizo en el año 2010 al ser beatificada en el Estadio Olímpico de Sevilla, siendo testigos de ello la Virgen de la Esperanza Macarena, cardenales, obispos, curas, una legión de Hermanas de la Cruz y el pueblo soberano de Sevilla.


Y me pregunto:
—¿Cómo es posible tanta rapidez?
Porque todos sabemos que Roma no gusta de las prisas y las cosas de palacio van despacio.
Se lo he preguntado a María del Redentor, que vive en el convento de las Hermanas de la Cruz en Roma. ¿Qué digo convento? Es un piso en la cuarta planta de un viejo caserón de la Via Pellegrino de Roma, propiedad de la Embajada de España. Allá llegó una patrulla de monjitas en 1966, todas jóvenes con la madre Loreto al frente, estupenda mujer, para agilizar el proceso de beatificación de su santa fundadora Ángela de la Cruz.
Las conocí un año después, yo estudiante en Roma, y todavía quedan de aquella pa-trulla primera dos Hermanas, entre ellas la siempre animosa María del Redentor.
Le pregunto:
–¿Cómo es posible que se haya logrado bullir las posaderas de los monseñores ro-manos para que esta causa de canonización discurra a velocidades de vértigo? ¿Qué bula tenéis? ¿Quién os ampara? ¿Tenéis padrino?
Y María del Redentor me contesta:
–Nadie, ella sola, ella sola desde el cielo.
Pues séase.
Porque en verdad esta sencilla Hermana de la Cruz, María de la Purísima, ha pasado en el corto espacio de doce años de su muerte a la beatificación y cinco años después a la canonización.
¡Todo un récord!

viernes, 11 de septiembre de 2015

Luis y Celia Martin, padres de Teresa de Lisieux

Me acaba de llegar una nueva criatura y os la tengo que mostrar. Es un nuevo libro, pero enseguida, espero que en esta semana o en la próxima, me llegará otro. Por ahora es el benjamín de una larga lista de hermanos que podéis ver en esta página web. Se titula: o «La tierra no es nuestra patria. Vida de Luis y Celia Martin, padres de Teresa de Lisieux», publicado en la Editorial Monte Carmelo. Si conectáis con la Editorial [ http://www.montecarmelo.com/santa-teresa-de-lisieux/1171-la-tierra-no-es-nuestra-patria.html ] podéis incluso leer algunas páginas del mismo. Creo que en la semana próxima ya estará en las librerías. Si alguno tiene la tentación de leerlo, pídalo a su librería para que lo encargue al distribuidor de la Editorial. Aquí recojo la leyenda que aparece en la contraportada del libro:


 Luis y Celia Martin, padres de santa Teresa de Lisieux, se muestran unos santos cercanos al común de los mortales. No son consagrados, ni célibes, no han hecho voto de castidad, sus vidas están tejidas por el trabajo –él de relojero, ella de encajera–, vida de familia numerosa, pertenecientes a asociaciones parroquiales, vecinos de sus vecinos. Vivieron con todas sus consecuencias y circunstancias la espiritualidad propia de su tiempo en una Francia del XIX aún convulsa por las secuelas de la revolución, el anticlericalismo, y cierto jansenismo espiritual que vislumbra un Dios de Justicia frente a un Dios del Amor, con peligro de convertir las almas buenas en escrupulosas.
Luis y Celia han sido santos en la humilde realidad de sus vidas, con una sencilla fe sustentada en la oración en familia, educación de sus hijas, la misa diaria, lecturas piadosas al atardecer, el mes de María, el amor a Dios y al prójimo y fidelidad a la Iglesia…
Estuvieron siempre en perfecto acuerdo de corazón y de pensamiento. Él se refería a ella ante sus hijas como nuestra «santa madre». Y Celia escribía a su hermano Isidoro refiriéndose a Luis: «¡Qué hombre más santo es mi marido! Me gustaría que tuvieran uno parecido todas las mujeres».
Sus cinco hijas –cuatro carmelitas descalzas, una salesa– son su corona. Tras la canonización de la más pequeña, santa Teresita del Niño Jesús, y ahora la de los padres, se anuncia el comienzo de la causa de beatificación de Leonia, la monjita salesa. Pero yo, que he hecho un largo recorrido describiendo las vidas santas de esta familia, tengo que reconocer que las otras hermanas dejaron tras de sí igualmente una viva impresión de santidad y ejemplaridad en sus vidas. ¡Qué bueno sería que un día toda la familia, al alimón, los padres y las cinco hijas religiosas, se vieran en los altares como juntos están ya en el reino de los cielos!

sábado, 5 de septiembre de 2015

Ocurrió antes de que yo fuese considerado infalible

Recuerdo que hace unos años, cuando Rodríguez Zapatero asumió la secretaría general del partido socialista, era para mí un personaje desconocido. Comencé a observarlo en sus apariciones en la televisión y me di cuenta enseguida que le faltaba un hervor a este individuo simplón de escasas lecturas. Vino por entonces a Sevilla un conocido mío, en aquel entonces en lides políticas, y en comida distendida en Casa Modesto–donde se come muy bien, para los que no son de Sevilla–, hablamos del momento político y se me ocurrió aventurar:
–España es un país demasiado grande y de luenga historia para que pueda ser regido por un simplón como ese Rodríguez Zapatero.
No mucho después, subió a la presidencia del Gobierno, gobernó durante siete años y nos dejó el país hecho unos zorros. Y yo, confundido en mi análisis. Ciertamente, me dije: no soy profeta.
Por eso no aventuro nada para las próximas elecciones y me reservo qué opino sobre ciertos personajes políticos tanto de derecha como de izquierda. Pero apunto como entonces sentí del señor Zapatero: a muchos les falta un hervor y están faltos de lecturas. Y los hay que, además de tontos, son malos.


Esto me lleva a un tiempo atrás donde otro personaje que he historiado, Eugenio Pacelli, siendo nuncio en Munich, vivió la llegada a la política de un personaje estrafalario por nombre Adolf Hitler. Y se dijo poco más o menos como yo:
–No subirá al poder. No volveremos a escuchar más su nombre.
Años más tarde, Pacelli subió al trono pontificio con el nombre de Pío XII y meses más tarde el estrafalario Hitler inició la locura de la II Guerra Mundial y el Holocausto.
Pero vean cómo fue la historia.
La figura de Adolf Hitler asoma en 1923 con un intento de golpe de Estado en Baviera para implantar, por la fuerza, un Estado nacionalsocialista. Conocido como Putsch de Munich o Putsch de la Cervecería, en la noche del 8 al 9 de noviembre de 1923, fue provocado por miembros del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP) y reprimido por la policía con una docena de muertos. Hitler se fracturó un brazo y fue arrestado y condenado a cinco años de cárcel, de los que cumplió solo unos meses.
En Munich se hallaba de nuncio Eugenio Pacelli y el 9 de noviembre, al día siguiente del Putsch, telegrafió un mensaje al cardenal Gasparri, secretario de Estado de la Santa Sede:
–En la noche pasada, Hitler con bandas armadas declaró cesado el gobierno bávaro, arrestado ministro presidente y proclamado nuevo gobierno nacional alemán con Ludendorff como jefe del ejército… Se cree en breve tiempo orden podrá ser restablecido, probablemente no sin derramamiento de sangre.
Un día después, informa que la situación es «todavía bastante crítica» y se prevé «graves agitaciones» en el caso de que el ejército del Reich, que está marchando sobre Munich, se una a las SA, la banda armada de Hitler.
Finalmente, el 12 de noviembre, Pacelli comunica a Roma:
–Hitler arrestado. Tranquilidad restablecida.
Bob Murphy, vicecónsul norteamericano en Munich, se entrevistó con Pacelli, del que es amigo, y le pidió su opinión sobre Hitler. Pacelli le contestó:
–Nunca más volveremos a escuchar ese nombre.
Y añadió: 
–Está liquidado. 
Pacelli no era el único que pensaba que la carrera política de Hitler era ya historia. El Putsch de la Cervecería fue una chapuza de despropósitos y los periódicos del momento lo calificaron de «minirrevolución de cervecería» y «travesura de escolares que jugaban a los pieles rojas». El New York Times estimó que «el Putsch de Munich elimina definitivamente a Hitler y sus seguidores nacionalsocialistas». 
Veintiún años después, en junio de 1944, Bob Murphy entró en Roma con el V Ejército americano del general Clark, recuperando la Ciudad Eterna de los nazis. Acudió al Vaticano a visitar a su viejo amigo Pacelli, que ya es papa Pío XII, y le recordó su juicio errado sobre Hitler. El Papa, sonriendo, le respondió: 
–Recuerde, Bob, que eso ocurrió antes de que yo fuese considerado infalible.
Diez años después del Putsch, en 1933, no solo no se había dejado de escuchar el nombre de Hitler sino que se había encaramado al puesto de canciller del Reich. 
Nombrado el 30 de enero, se convirtió en el más joven regidor de una república todavía formalmente democrática. Esa tarde, los camisas pardas desfilaron por la Wilhelmstrasse de Berlín, marchando al canto del Horst Wessel Lied, el himno del partido, mientras Hitler elaboraba en la Cancillería un programa que quedó resumido en esta frase del dictador, recordada por Emmy Goering, esposa del lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe, Hermann Goering:
–Ha dado comienzo la máxima revolución racial alemana de la Historia universal.