miércoles, 31 de octubre de 2018

Hoy, 20 años de la muerte de santa María de la Purísima


Tenía 72 años. Sábado 31 de octubre de 1998. En la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz moría en olor de santidad la Madre María de la Purísima. Hoy, 20 años después, ya es venerada en los altares esta madrileña alumna de las Irlandesas que un día, en la festividad de la Inmaculada, 8 de diciembre de 1944, vino a Sevilla para entrar de postulante como Hermana de la Cruz. Con santa Ángela forma ese dúo por ahora de santidad de la Compañía de la Cruz.


¿Cómo es posible que haya ascendido en tan corto espacio de tiempo a la gloria de los altares esta Hermana, tan silenciosa ella, a la que conocí? Porque subir a los altares lo hizo en 2010, a los doce años de su muerte, al ser beatificada en el Estadio Olímpico de Sevilla. Y cinco años después, en 2015, fue canonizada en Roma por el papa Francisco. ¡Todo un récord de esta Hermana de la Cruz que ni siquiera ha logrado la mundialmente conocida santa Teresa de Calcuta, que murió un año antes, en 1997, y fue canonizada un año después, en 2016!
Le han detectado a sus 68 años un cáncer del pecho izquierdo que será operado. Y sometida a tratamiento de quimioterapia y radioterapia. Tiene dolores, y muchos. Solo su fuerza de voluntad y el dominio de sí, esa gracia sobrenatural que la sostiene, hace el milagro de aparecer ante las Hermanas como si nada ocurriera. Pasará un tiempo y un TAC revelará que tenía un hígado metastático con ascitis perihepática, cálculos en la vesícula biliar, tocado el pulmón. Cáncer extendido al cuerpo.
En la Casa Madre hay unas 80 Hermanas que han venido de distintos puntos para hacer ejercicios espirituales y serán testigos presenciales de que Madre no está bien, a pesar de que quiere sobreponerse.
Un día, tras la venida del hospital, fue a la capilla y al refectorio. Durante la recreación, la Vicaria general comunicó a las Hermanas que Madre se encontraba mal. El médico había dicho que tenía el hígado muy inflamado. Los rostros compungidos de todas se tornaron en asombro cuando poco después se presentó, como todos los días, para la lectura espiritual.
Sentada como siempre en su silla de enea, y con gran esfuerzo –se asfixiaba un poco y se le notaba ronca–, comentó la carta de la pobreza, última que había enviado a las Hermanas del Instituto con fecha 3 de octubre. Fue la última vez que habló a la Comunidad reunida. Las Hermanas, ante el entusiasmo y alegría que mostró, pensaron que no era grave lo que tenía y que pronto estaría bien. Una Hermana, que había venido de la casa de Morón, la saludó al llegar en la enfermería y, al abrazarla, le dijo María de la Purísima:
–¡Me voy al cielo!
Y ella le contestó:
–No puede ser, su caridad no se puede ir todavía.
–No tengo apego a nada. Lo único que me preocupa es que van a sufrir sus caridades.
Esa noche, a pesar de su inapetencia total, fue al refectorio, última cena que hizo con la Comunidad.
Pasó la noche en la enfermería.
Una Hermana le preguntó qué le había dicho el médico. Ella le respondió:
–El doctor me ha dicho que me queda poco tiempo de vida.
Al día siguiente, viernes 30 de octubre, oyó la misa de la Comunidad y, como es habitual en las Hermanas de la Cruz, estuvo sentada en el suelo.
Después de la misa, salió con María Sofía camino del hospital para ponerse el tratamiento.
–Fue el último día que la vi con vida –confiesa el doctor Murillo.
La aplicación del tratamiento le hizo fuerte reacción; pasó el día entero entre vómitos y grandes fatigas, pero no la vieron quejarse ni un momento. A las seis y media de la tarde, tomó un poquito de caldo con una yema y unas cucharadas de yogurt. Después dijo:
–Es conveniente descansar.
Y se acostó. Besó la tarima, como es costumbre, y se santiguó sonriente. Ya en la tarima, le entró mucho frío y una asfixia muy grande. Así pasó la tarde y la entrada de la noche. La asfixia era cada vez mayor. Pero su semblante, lleno de paz, no profería queja alguna.
Al amanecer, ya 31 de octubre, llamaron al capellán don José Polo para que le administrara la unción de enfermos. Llamaron también al médico, don Antonio Gallardo, el cirujano que la operó. Y volviéndose hacia las Hermanas, les dijo:
–La Madre ya hace tiempo que vive en el Cielo.
Aún con vida, las Hermanas fueron pasando en silencio y llorosas a besarle la mano. Aún tenía vida, pero aparentemente ya no tenía conciencia de nada. A las nueve y media de la mañana expiró. Sábado 31 de octubre de 1998.
Su muerte ha sido algo inesperado para las Hermanas que de muchos pueblos han venido para hacer ejercicios espirituales. ¿Es posible que tan de repente haya muerto cuando dos días antes les había hablado en la lectura espiritual y hecho el rezo en cruz y de rodillas en la capilla?
Es un silencio lleno de lágrimas el que corre por la Casa Madre.
El lunes día 2, conmemoración de los fieles difuntos, se celebraron las exequias. Presidió la Eucaristía el arzobispo Carlos Amigo Vallejo, acompañado de cuarenta y nueve sacerdotes. La iglesia, llena, y multitud de gente en la calle. Unas Hermanas de la Cruz llevan el féretro con los restos mortales de María de la Purísima. Una de ellas, con una mano en el rostro quiere tapar su dolor y sus lágrimas.
–¡Se nos fue al cielo! –exclamó.

sábado, 27 de octubre de 2018

Robo en la Catedral de Sevilla


No, no ha sido ahora. La noticia apareció en El Liberal, 27 de octubre de 1906: «De la Catedral de Sevilla se han robado gran número de miniaturas que figuraban en los pergaminos de los libros de coro y en los libros de rezo, y que eran una excelente prueba de la pericia de los antiguos iluminadores y de los pintores que en nuestra ciudad florecieron en los siglos XV y XVI».
La cosa venía de tiempo atrás. Cuando se descubrió, se pretendió llevar las averiguaciones con el mayor sigilo. Pero llegó a la prensa, y el escándalo estalló.


 «Manos criminales –continúa el periódico– han cortado y arrancado bellísimas miniaturas, que han pasado a poder de anticuarios y negociantes de Sevilla, Madrid y Barcelona. Según nuestros informes, un comendador del coro llamado Baltasar es el autor de los robos… Este individuo, a cuyo alcance estaban tales riquezas, parece que se servía para venderlas de un corredor conocido por Tirado y el cual enajenó algunas a precio muy inferior al que tienen. Más de cuarenta preciosas miniaturas en pergamino con letras, imágenes y adornos del mejor gusto, fueron a parar a poder de chamarileros y anticuarios, de Sevilla algunos, y cuyos nombres es necesario que salgan a la vergüenza pública».
El empleado Baltasar fue detenido por la policía como autor de tales desafueros. Hacía meses que venía vendiendo estas miniaturas de los libros de coro a anticuarios y personas particulares. Incluso un cuadro de Alonso Cano había ido a parar a un anticuario de la calle Placentines y un retrato de Argote de Molina había sido encontrado en el domicilio del tal Baltasar.
Las miniaturas, que en aquel entonces podrían tener un valor de unas 4.000 pesetas, llegaron a ser malvendidas al precio de catorce duros.
Al día siguiente, 28 de octubre, el mismo periódico recogió sendas cartas de anticuarios de Sevilla, donde confesaban su participación ignorante en este suceso. Firmadas por Ricardo Barrón y Agustín Tirado, muestran haber sido sorprendidos en su buena fe. Otras personas que han adquirido hojas sueltas miniadas de los libros de coro de la Catedral comienzan a aflorar. Pero son solamente algunos nombres, dispuestos a devolver lo adquirido a su lugar de origen. Otras muchas miniaturas han volado más lejos, Madrid, Barcelona, incluso París, y será imposible de recuperar.
Encargados por el Cabildo Catedral para entender del asunto del robo se hallaban los canónigos González Merchant y Flaviano Sánchez.
El lunes, 29 de octubre, aparece en el periódico la carta de otro aludido. Se trata de don Francisco Palomares, pastor de la iglesia protestante de la calle Relator. Cuenta que se ha presentado en casa del anticuario Ricardo Barrón, «manifestándole que los pergaminos que había comprado los ponía a disposición de dicho señor, para ser entregados sin retribución alguna a los señores que estuvieren encargados por el Cabildo Catedral de recogerlos».
El martes 3 de noviembre, la carta del corredor de una casa de antigüedades de París, que no quiere dar a conocer su nombre, revela otras pistas inquietantes. «Con motivo del affaire del robo de la Catedral, puedo añadir algo al asunto, manifestando que ciertos documentos y pergaminos se vendieron en un hotel de la calle Méndez Núñez a un corredor de una importante casa de Madrid por un corredor muy conocido en esta plaza por Rata blanca, el cual sabe también el nombre de una señora francesa, la cual adquirió también algunos. El citado corredor puede aclararlo todo, puesto que con el Baltasar andaba siempre, y la mayor parte de los pergaminos se vendieron por tal sujeto y un francés corredor, que intervinieron en ciertas ventas a extranjeros sirviendo de mediadores».
El miércoles 7 de noviembre aparece en el diario El Liberal la última de las cartas sobre este engorroso asunto. Es de José Calvo y Ramos, aludido en el periódico en los días anteriores. «En el año de 1886 el que tiene el honor de dirigirse a usted compró a un conocido librero, establecido en esta ciudad, siete preciosísimos libros antiguos y de extraordinaria rareza, por los que abonó una muy respetable cantidad en varias veces y partidas. Transcurrido algún tiempo, se enteró de que aquellos libros se habían sustraído de la Biblioteca Colombina, y se apresuró, sin perder un instante, a devolverlos a tan preciado depósito… Ahora, como entonces, ha tenido lugar un desgraciado accidente, y aludido en las cartas dirigidas a usted, por dos anticuarios con motivo de la adquisición de las hojas de libros corales, debo hacerle presente que compré algunas hará dos meses próximamente a don Manuel de la Oliva y Carmona y a don Federico Alonso, honrados industriales, el primero de los cuales tiene un establecimiento de ventas públicas, y el segundo un acreditado establecimiento de ultramarinos en esta capital. Ausente yo de ella después, en el momento de mi regreso he entregado las seis hojas que tenía al canónigo don Juan Flaviano, representante del Cabildo Catedral, espontáneamente también y sin querer percibir ninguna cantidad por ellas, y tendré la satisfacción más completa en conseguir que alguna otra hoja, del mismo modo que los que indica don Ricardo Barrón, sean recuperadas por el Cabildo Catedral».
Y aquí termina la información del periódico sobre este notable robo de la Catedral de Sevilla.
¿Qué sucedió después? ¿Qué proceso se siguió? ¿Qué condena recibió el tal Baltasar?
Los libros miniados del coro de la Catedral de Sevilla, notable colección de más de 200 libros, de ellos 106 con ornamentación preciosista desde el siglo XIV al XVIII, estaban siendo fraudulentamente deshojados y diseminados entre coleccionistas espabilados.

sábado, 20 de octubre de 2018

DOMUND cambia el mundo


Este es el lema del DOMUND de este año: «DOMUND cambia el mundo». Mañana, 21 de octubre, celebra la Iglesia el Domingo Mundial de la Propagación de la Fe. Me acuerdo de mi infancia cuando salíamos en pareja alumnos del colegio de los Maristas con nuestras huchas de cerámica de cabezas de chinitos a pedir por las calles. No recuerdo cuánto recogíamos, hablo de los primeros años 50 del siglo pasado: muchas perras gordas y chicas y alguna que otra peseta. Después de patear Sevilla de un lado a otro, no creo que fueran más de doce o quince pesetas las que recogíamos. Siempre había en el Cole un par de hermanos los Verd Conradi, hoy uno de ellos jesuita, el otro médico hematólogo– que sacaban más que ninguno de nosotros. Lo menos, recuerdo, noventa pesetas, en aquel entonces un dinero. Aunque pienso que debía de haber truco: su familia tenía que ser muy generosa; por la calle no se conseguía tales sumas.
  

Hoy se me ocurren algunos sencillos pensamientos acerca de este día. De las misiones en la Iglesia o mejor de la Iglesia como misión. Una misión que se convierte en una necesidad para la Iglesia. Lo dice san Pablo (1 Cor 9, 16):
–El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!
En este sentido hay que entender también la parábola de los talentos (Mt 25,14-30).  El talento que se nos ha dado a los cristianos es el conocimiento del reino de Dios y de la vida en Cristo y no es para esconderlo debajo de tierra, como aquel siervo miedoso de la parábola. Ese talento es nuestro mayor tesoro. ¿Vamos a enterrarlo también nosotros?
La Misión en la Iglesia no se refiere únicamente a los países lejanos. También está aquí, en nuestro entorno: en el autobús, en el restaurante, en la calle, nos encontramos con toda clase de gente, de pensamiento diferente, de los que no creen en nada. Por eso me pregunto:
–¿Cómo ha de ser nuestro comportamiento? ¿Cómo debo ser estimulado por la misión del Evangelio?
Muchas veces nuestro cristianismo se vive como una costumbre sociológica. Incluso, como un peso, no una vida; una esclavitud, no una liberación; una rutina familiar, no un impulso personal.
Si el cristianismo no nos ha hecho libres, ¿cómo vamos a anunciar su libertad y plenitud de vida?
Tal vez no tengamos la mayoría de nosotros otra posibilidad del anuncio del Evangelio que el testimonio silencioso. Aquel dicho evangélico: «Vosotros sois la sal de la tierra».
Pero también es necesario el anuncio por la palabra, el don más grande que Dios nos ha dado para comunicarnos. Aunque, desgraciadamente, últimamente la palabra se ha adulterado en palabrería. Palabrería de tanto político con pseudo-promesas vanas.
Nuestras palabras deben ser anunciadoras de un mensaje de respeto hacia los demás y de gusto por el diálogo. Una palabra que pregone al mundo paz porque Dios lo ama.
Esto lo saben hacer muy bien los misioneros, la avanzadilla de la Iglesia, y lo mejor de todos nosotros, porque por seguir fielmente el Evangelio lo han dejado todo: padre, madre, patria… por anunciar el Evangelio hasta el fin del mundo.

martes, 16 de octubre de 2018

San Juan Pablo II: ¡No tengáis miedo!

Hoy, 16 de octubre, se cumplen 40 años de la elección del cardenal polaco Karol Wojtyła, arzobispo de Cracovia, 58 años, como papa con el nombre de Juan Pablo II. Primer papa eslavo y primer papa no italiano después de cuatro siglos y medio, desde 1522, tras un cónclave que necesitó dos días y ocho votaciones.
Al salir al balcón de la Basílica de San Pedro, su primera palabra fue: «Hermanos». Y a continuación dijo algo que nos ha sonado más recientemente en la elección del papa Francisco:
–Los cardenales lo han llamado de un país lejano; lejano, pero siempre muy vecino en la comunión en la fe y en la tradición cristiana.


 Después de la sorpresa de la elección un mes y pico atrás del papa Juan Pablo I, casi desconocido y fuera de todo pronóstico, aparecen ahora los cardenales eligiendo a un polaco. Como escribió Martín Descalzo, en ABC:
–Con su elección nos hemos topado una vez más, de bruces, con el Espíritu Santo. Tampoco esta vez es que los periodistas no hubiéramos sabido olfatear lo que los cardenales preparaban. En realidad, el número de cardenales que pudieron pensar en su nombre antes de entrar en el Cónclave podría contarse con los dedos de una mano. Es esta una candidatura surgida fuera de todos los cálculos humanos, al margen de grupos y de intrigas, bajo el fuego de la hora de la verdad en el interior del Cónclave.
Tensión sí que hubo dentro del Cónclave. No fue fácil, sino un Cónclave duro en el que los cardenales tuvieron que vencer la resistencia de la Curia que quería colocar al conservador Giuseppe Siri, arzobispo de Génova, frente a su adversario histórico Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia.
Días después de su elección, en la inauguración solemne de su pontificado, el domingo 22 de octubre, será recordado el papa Wojtyla por aquellas palabras que resonaron en la plaza de San Pedro ante cardenales, reyes –entre ellos, los de España Juan Carlos y Sofía–, cuerpo diplomático y más de doscientas mil personas:
–¡No tengáis miedo! Abrid de par en par las puertas a Cristo. Os lo suplico, os imploro con humildad y confianza: dejad a Cristo que hable al hombre… ¡No tengáis miedo! Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. Sólo Él lo sabe.
Ese grito de «¡No tengáis miedo!» ha quedado en el recuerdo de aquella mañana de 22 de octubre en la plaza de San Pedro, y será en cierto modo como el leitmotiv de su pontificado. Días más tarde, voló en helicóptero a la ciudad de Asís para rezar ante la tumba de san Francisco, primer viaje de los muchos que realizará este pontífice planetario a lo largo de su pontificado: la visita de al menos 129 países, entre ellos a España por cinco veces y dos a Sevilla: el 5 de noviembre de 1982 para la beatificación de Sor Ángela de la Cruz, y el 12 de junio de 1993 para clausurar el Congreso Eucarístico Internacional.
Hecho relevante de su pontificado fue el atentado sufrido el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro a manos del turco Mehmet Ali Ağca, quien le disparó con una pistola a corta distancia entre la multitud. El papa fue herido en la mano, brazo y abdomen. Dos años y medio más tarde, en diciembre de 1983, el papa lo visitó en la cárcel, conversó con él y le perdonó.
Un año después de este atentado, estando el papa en Fátima, ocurrió en la noche del 12 al 13 de mayo de 1982 un intento de atentado a manos del sacerdote lefebvriano Juan María Fernández Krohn, madrileño, abogado y militante falangista que fue del sindicato estudiantil Frente de Estudiantes Sindicalistas, que pretendió asaltar al Papa con una bayoneta.
En el juicio confesó que creía que Juan Pablo II había estado ligado a la Unión Soviética e incluso era un agente secreto comunista tratando de corromper el Vaticano. Tras una condena de seis años, de las que cumplió tres, por ahí anda entre España y Bélgica, habiendo abandonado el sacerdocio recibido en 1978 en el Seminario de Econe, Suiza, Sociedad de San Pío X del cismático arzobispo Marcel Lefebvre.
Hecho especialmente relevante es la parte que corresponde a Juan Pablo II de la caída del Muro de Berlín y el desplome del comunismo, primero en su Polonia natal y después en Europa.
Sus últimos años fueron de un declive físico evidente hasta su fallecimiento el 2 de abril de 2005, a las 21:37, noche previa al domingo de la Divina Misericordia. Sus últimas palabras fueron en polaco: “Pozwólcie mi iść do domu Ojca” (Déjenme ir a la casa de mi Padre).
Queda aún en la memoria el duelo impresionante de multitudes en la Plaza de San Pedro. Y surgió el grito de “Santo subito” (Santo ya) durante los actos de exposición de sus restos mortales y misas de funeral. No tardaría mucho. Fue beatificado el 1 de mayo de 2011 por Benedicto XVI y canonizado por el papa Francisco el 27 de abril del 2014 junto a Juan XXIII. Su fiesta litúrgica se celebra el 22 de octubre, día de la inauguración solemne de su pontificado.

sábado, 13 de octubre de 2018

Madre Nazaria y el Colegio de Niñas Nobles de Sevilla


Madrid, 10 de enero de 1889. En la calle Arco de Santa María nacen dos niñas gemelas. A la primera, Nazaria Ignacia, la pusieron en un cajón medio abierto de una cómoda mientras nacía su hermana Amparo. Y a las dos mellizas se les administró el bautismo de socorro. Más adelante, 11 de abril, se realizaron los ritos complementarios en la iglesia de San José, de la calle de Alcalá.
Su padre José Alejandro March, de Alicante y ascendencia catalana, marino mercante, y su madre Nazaria Mesa, andaluza de Sanlúcar la Mayor, tuvieron 18 hijos, de los que sobrevivieron 10.
Ese día, qué casualidad, 10 de enero de 1889, lejos de Madrid, en Lisieux (Francia), una jovencita tomó el hábito de carmelita descalza con el nombre de Sor Teresita del Niño Jesús.
A Nazaria no le sienta bien el frío de Madrid. Y sus padres la envían a casa de los abuelos maternos en Sanlúcar la Mayor. Pronto los abuelos buscarán casa en Sevilla para su hija y sus nietos, con un padre que anda siempre embarcado. La fortuna familiar, por desgracia, ha venido a menos.


 Las mellizas han cumplido siete años y la abuela les consigue sitio en el Colegio de Niñas Nobles del convento del Espíritu Santo de Sevilla. No pertenecen a la nobleza, pero la abuela logró del arzobispado una «beca de gracia» y Nazaria y Amparo pudieron entrar en ese colegio el 2 de febrero de 1896, donde permanecieron cerca de seis años hasta el 26 de septiembre de 1901.
El convento del Espíritu Santo está regido por las Comendadoras del Espíritu Santo, orden creada en Francia a fines del siglo XII por el beato Guido de Montpellier, llamado «el siervo de los pobres», para el cuidado hospitalario de los enfermos y desvalidos. Inocencio III (1198-1216), nada más subir al solio pontificio, aprobó la orden (22 abril 1198) y entregó al cuidado del beato Guido y sus colaboradores el gran Hospital de Sancti Spiritus, que mandó construir en Roma, para recoger a los numerosos niños expósitos abandonados.
Rápidamente, la obra de Guido se extendió por diversos países. A España llegó a principios del siglo XIII. De aquellos inicios aún pervive el convento de Puente la Reina (Navarra), fundado en 1268. A Andalucía llegó en el siglo XIV, con fundaciones en El Puerto de Santa María, Rota, Jerez, Guadalcanal, Morón, y Sevilla. La fundación de Sevilla se debe a doña María de Aguilar, malagueña. En 1534 partió hacia Roma, donde tomó contacto con el comendador mayor de la orden del Espíritu Santo, Fr. Francisco de Landis, a quien confió el deseo de fundar un monasterio. Admitida su petición, el mismo comendador le impuso el hábito del Espíritu Santo (túnica de estameña blanca con la correa agustiniana, escapulario negro con la cruz patriarcal de doce puntas y manto azul con la misma encomienda). Y con una bula (5 diciembre 1538) para fundar en los reinos de España, doña María de Aguilar vino a Sevilla con la ilusión de erigir un monasterio.
Fundó hacia 1542 en la collación de San Juan de la Palma, pero encontró no pocas dificultades. Obtenido el permiso de la autoridad eclesiástica, siempre reticente a concederlo, por haber en Sevilla demasiados conventos y por una repugnancia natural a admitir una nueva institución exenta de su jurisdicción y visita canónica, recibe otras oposiciones, por distraer hacia sí unas limosnas que hasta entonces acudía a conventos similares. Doña María de Aguilar se dirigió al nuncio en defensa de sus derechos a sostener su fundación, avalada por bula papal. Pero el nuncio no le fue favorable y determinó volver a Roma. En la Ciudad Eterna recibe unas letras expedidas por un juez de la Cámara Apostólica del papa Paulo III en la que se confirma la bula de 1538 y prohíbe con diversas penas que nadie interfiera en la reciente fundación sevillana. Vuelta a Sevilla, continúa su fundación que rige como abadesa –según crónica antigua de la orden– durante doce años.
En la fundación fue secundada por varias mujeres devotas, entre las que cabe destacar a doña Inés Méndez de Sotomayor, viuda de don Luis Hernández Portocarreño, que sucedió a la fundadora en el puesto de abadesa en 1554, y entregó toda su hacienda al monasterio. Según Morgado, que escribió su Historia de Sevilla cincuenta años después de la fundación, se dedicaron a recoger niñas huérfanas y pobres, a las que enseñaban «a leer, escribir, rezar, cantar, y en especial a saber servir y temer a nuestro Señor». De ahí le vino a la calle por este tiempo el nombre de Niñas de la Doctrina.
En 1711, el arzobispo Manuel Arias compró contiguo al convento del Espíritu Santo unas casas para la fundación de un Colegio de Niñas Nobles que sería regido por las monjas del Espíritu Santo. Según disposiciones del arzobispado, las colegialas habían de ser doce, tener cumplido los siete años y no exceder de diez, ser de conocida nobleza, y pobres; estarían en el Colegio hasta los diecisiete años, en cuyo tiempo, si deseasen ser religiosas en convento de vida común, se les proporcionaría la dote. Al cardenal Arias le costó esta obra más de 230.000 ducados y tuvo inicio en septiembre de 1715.
Este Colegio de Niñas Nobles ha durado hasta los años sesenta del siglo XX, convertido en colegio de enseñanza básica, ya desaparecido también, hoy Casa de Espiritualidad. Y entre sus alumnas, cabe resaltar a Nazaria Ignacia March, que pasado los años fundó en Bolivia en 1925 las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. El Beato Marcelo Spínola le dio en 1902 el sacramento de la Confirmación. Conoció al jesuita Venerable Padre Tarín, que daba charlas en el convento del Espíritu Santo, y de ahí su deseo de convertirse un día en «misionero jesuita». Un día le dijo el Padre Tarín:
–Dentro de tres años realizará lo que quiere y más tarde lo que desea.
En 1906, Nazaria, con 17 años, marchó a México con toda la familia. El padre pensaba que en América podría rehacerse de su mala fortuna. Antes, Nazaria visitó a Madre Angelita, santa Ángela de la Cruz, y le pidió ingresar de Hermana. Pero Madre Angelita le contestó:
–No, aquí no… Vaya a América. Usted volverá de allí con compañeras.
En México, Nazaria ingresará en las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (primera predicción del Padre Tarín), vendrá a España para hacer el noviciado en la Casa Noviciado de Palencia, y volverá a América, donde en Oruro (Bolivia), salida de las Hermanitas, fundará las Misioneras Cruzadas de la Iglesia (segunda predicción del Padre Tarín).
En 1934, ya fundadora, vendrá a Sevilla, con la Madre Rosario González Vélez, boliviana, y con su secretaria, Madre Carmela Cano, peruana, que plantarán en España la semilla de la nueva congregación religiosa. Santa Ángela de la Cruz había hablado también con voz de profeta.
Madre Nazaria murió en Buenos Aires el 6 de julio de 1943. Años más tarde, en 1972, sus restos fueron llevados a Oruro, lugar de la fundación. En 1992, fue beatificada por Juan Pablo II, y mañana, 14 de octubre, será canonizada en Roma junto al papa Pablo VI y el arzobispo de San Salvador, Óscar A. Romero.

martes, 9 de octubre de 2018

Pío XII y su «leyenda negra»


Hoy, 9 de octubre, se cumplen 60 años de la muerte de Pío XII y la «leyenda negra» continúa. ¿Es posible que un papa que ha muerto con todos los elogios del mundo, comprendido el ámbito judío, se vea envuelto cinco años después de su muerte en una «leyenda negra» que trata de convertirlo por sus supuestos «silencios» en el «Papa de Hitler» (John Cornwell) o en el «mayor responsable del Holocausto» (Susan Zuccotti)? ¿un papa cómplice del verdugo nazi, protector de regímenes totalitarios e insensible y sordo a cuanto acontecía en la Europa de su tiempo?


 La «leyenda negra» surgió, no en el entorno judío en respuesta a los presuntos silencios de Pío XII ante el Holocausto, sino en el ámbito comunista al final de la Segunda Guerra Mundial. Ion Mihai Pacepa, rumano, general en la «Securitate», policía secreta de la Rumanía comunista, que desertó en julio de 1978 y fue acogido en los Estados Unidos, confesará que «la idea original para ensuciar la reputación del pontífice vino de José Stalin en 1945».
Fue en «Radio Moscú» donde se inició la «leyenda negra» contra Pío XII, al analizar la alocución que pronunció el papa el 2 de junio de 1945, día de san Eugenio, ante el cuerpo de cardenales. La emisora dedicó todo un programa donde se dijo:
–El Vaticano ha callado cuando actuaban las máquinas alemanas de la muerte, cuando las chimeneas de los hornos crematorios echaban humo...
Pero, como afirma Mihai Pacepa, esos «esfuerzos de desinformación de Stalin fueron rechazados por esa generación contemporánea que había vivido la historia real y sabía lo que Pío XII era realmente». La KGB soviética lo intentará de nuevo en 1960 –ya muerto Pío XII– con una misión personal encargada al propio Pacepa y en 1963 con la promoción de la obra de Rolf Hochhuth «El Vicario». Corromper la Iglesia era un objetivo prioritario para la KGB.
Fue elegida la figura de Pío XII para convertirlo en «encarnación del diablo», porque «los muertos no pueden defenderse», según el lema del momento de la KGB. Tres oficiales encubiertos rumanos, haciéndose pasar por sacerdotes, accedieron a los archivos vaticanos durante dos años.
–De 1960 a 1962, lograron fotografiar en los archivos del Vaticano cientos de documentos relacionados de una manera u otra con Pío XII. Todo se enviaba a la KGB. Aunque nunca se encontró nada contra el pontífice en esos documentos fotografiados en secreto. Eran mayormente copias de cartas personales y discursos o actas de reuniones, todo en el lenguaje rutinario de la diplomacia.
En 1963, el general Ivan Agayants, jefe de la Oficina de Desinformación de la KGB, voló a Budapest para darles las gracias y decirle a Pacepa que la operación «Seat-12» –que así se llamaba la operación en el Vaticano– se había transformado en un potente ataque a Pío XII, llamado «El Vicario».
Pero hablemos de la canonización de Pío XII. Benedicto XVI lo declaró Venerable el 19 de diciembre de 2009. Pero ese decreto estaba preparado por la Congregación para las Causas de los Santos desde dos años antes, dilación que constituía un hecho insólito, que lo aclarará el jesuita Peter Gumpel, relator de la causa:
–Representantes de varias asociaciones judías informaron que ellos, repetidas veces, habían sido recibidos en audiencia privada por el papa, y que en tales ocasiones le habían hecho saber que todo paso a favor de la causa de Pío XII comprometería de modo definitivo e irreparable las relaciones de los judíos y la Iglesia católica. Estas relaciones estaban justamente en el corazón del papa y es comprensible que quisiese tomar tiempo para reflexionar… Entre tanto, esta larga dilación provocó reacciones contrastantes. Los adversarios de la causa de Pío XII difundieron la noticia de que la causa estaba archivada, y de modo triunfal manifestaron su contento. Muchos católicos por el contrario quedaron desconcertados, desilusionados e indignados por esta injerencia de algunas personalidades del mundo judío en una cuestión interna de la Iglesia, efectuada con lo que consideraban un inaceptable chantaje... En ese tiempo, 800 rabinos estadounidenses y canadienses, a través de sus representantes, desaprobaron radicalmente los pasos realizados por los judíos «liberales». Por el contrario, los judíos ortodoxos estaban agradecidos a Pío XII que, como ellos bien sabían, había salvado la vida de numerosísimos de ellos.
Benedicto XVI se decidió al fin a firmar el decreto por el que se aprobaban las virtudes heroicas de Pacelli y lo declaró Venerable. Para los siguientes pasos, beato y santo, se requieren sendos milagros. En julio de 2013 aparece una noticia en la prensa. El papa Francisco está decidido a seguir adelante sin un milagro y podría incluso canonizarlo con la fórmula de «scientia certa»; por lo tanto, incluso pasando por encima de la beatificación.
Una fuente de la Congregación de los Santos dijo a ACI Prensa en julio de 2013 que «así como el papa Francisco decidió la canonización de Juan XXIII, también está considerando hacer lo mismo con Pío XII». Esta fuente explicó que existen varios milagros atribuidos a Pío XII y que, también por esa razón, está considerando obviar la beatificación y pasar directamente a la canonización, es decir, proclamarlo santo. El papa Francisco está muy interesado en Pío XII porque «lo considera un grande, de la misma forma que Juan XXIII, aunque sea por distintas razones», explicó la fuente a ACI Prensa.
Tal vez algún día nos pille con la canonización de Pío XII este papa Francisco de las sorpresas cotidianas. Es jesuita y Pío XII estuvo rodeado de jesuitas. Sería un gran premio.

domingo, 7 de octubre de 2018

Pablo VI, experto en humanidad


El próximo domingo, 14 de octubre, después de 25 años del inicio del proceso de canonización y 40 años de su muerte, será canonizado el beato papa Pablo VI. Un Papa al que conocí cuando estudiaba en Roma y del que conservo un especial afecto. Siempre que he ido a Roma –ya me lo impiden los años–, acudía a la Basílica de San Pedro y rezaba especialmente ante dos tumbas: la de san Pedro y la sencilla tumba de Pablo VI, una lápida en el suelo. Murió en Castel Gandolfo el 6 de agosto de 1978, fiesta de la Transfiguración del Señor.
–Se apagó como había deseado –cuenta la revista Famiglia Cristiana–, lejos de los reflectores y de las vigilias del pueblo que acompañaron la agonía de Juan XXIII y que, más adelante, señalaron las últimas horas de Juan Pablo II. «Había rogado a Dios de consentirme un adiós en soledad», anotó hace tiempo Avvenire, diario católico: «Fue escuchado». No solo eso. Pablo VI murió en un día particular, cargado de significado simbólico, el de la Transfiguración: una fiesta que amaba hasta el punto de que la eligió, en 1964, para publicar su primera encíclica, la Ecclesiam Suam. Quiso en sus funerales un ataúd de arce sobre el mármol de la basílica de San Pedro, sin atributos que rememoren su función: ni tiara, ni mitra ni siquiera una estola sacerdotal. Nada más que el libro de los Evangelios abierto.


 Hombre retraído, tímido, delicado, un liberal, con un gran bagaje intelectual y magnífico escritor, que, si no hubiera seguido la vocación eclesiástica, seguro que hubiera triunfado en el mundo de la literatura italiana. Para mí fue un gran Papa, que hubo de lidiar una Iglesia postconciliar de difícil andadura.
Fue elegido Papa con los votos de la parte reformista del cónclave frente a la oposición de los cardenales Ottaviani, Ruffini y Siri, que querían enterrar junto a Juan XXIII el Concilio Vaticano II recién estrenado. Fueron necesarios tres días de cónclave antes de que saliera «fumata bianca». Al parecer, solo obtuvo 57 votos, apenas tres votos más de los necesarios para el quorum de los dos tercios.
–Las líneas principales de su pontificado –según el experto vaticanista Giancarlo Zizola– son la reanudación y desarrollo del Concilio, la reforma de las instituciones eclesiásticas, comenzando por la curia romana, la búsqueda de una relación nueva entre la Iglesia y el mundo moderno, y común acuerdo con la preocupación de la unidad de la Iglesia.
Ya en su primera encíclica, Ecclesiam suam (1964), definió la misión de la Iglesia como diálogo comunitario interno, diálogo ecuménico con las Iglesias hermanas y diálogo cultural con la sociedad moderna.
Con su constitución Regimini Ecclesiae universae (1967), procedió a la internacionalización de la curia, con importantes cambios que acabaran con el carrerismo, aunque como se ve, no lo ha logrado del todo al día de hoy (caso nuncio Carlo Viganò). Impuso límite de edad: 75 años para la jubilación de obispos, 80 años para la no inclusión de los cardenales en el cónclave, cosa que sentó fatal a Ottaviani y otros. Eligió de secretario de Estado a un francés, el cardenal Villot, e internacionalizó las cabeceras de los dicasterios con obispos provenientes de diversos continentes. Modernizó la curia, de romana a internacional, pasando de 1.322 funcionarios en 1961 a 3.146 en 1978, año en que murió.
Lo ha confirmado el cardenal Giovanni Battista Re, prefecto emérito de la Congregación de los obispos, en entrevista sostenida en 2017:
–Pablo VI fue el Papa que simplificó la curia y quería simplificación e internacionalización de los cargos.
También, ya de paso, afirmó del actual Papa:
–Francisco es el Papa justo en el momento justo.
Pablo VI fue el primer Papa viajero que tomó un avión. Importante fue su visita a Tierra Santa (4-6 enero 1964), donde se encontró con el patriarca ortodoxo Atenágoras. La India (2-5 diciembre 1964). La ONU, Nueva York (4-5 octubre 1965). Fátima (13 mayo 1967). Turquía (25-26 julio 1967). Colombia (22-25 agosto 1968). Ginebra (10 junio 1969) donde visitó el Bureau International du Travail y el Consejo Ecuménico de las Iglesias. Uganda (31 julio-2 agosto 1969). Y Extremo Oriente (26 novembre-4 diciembre 1970). En este viaje, estando en Filipinas, 27 de noviembre de 1970, se salvó de la cuchillada del pintor boliviano Benjamín Mendoza, quien, vestido de cura, lo llegó a herir en el pecho, pero que evitó lo peor gracias a la prontitud de su secretario, don Pasquale Macchi, que empujó a un lado al agresor. Éste pasó poco tiempo en la cárcel y fue liberado bajo fianza de 533 libras esterlinas, aproximadamente 700 dólares. Lo hizo, según confesión, por darse publicidad, y de hecho le sirvió para realizar exposiciones en más de 80 países y publicar en 1989 la novela No disparen contra el Papa, donde relata su vida.
En fin, un Papa que ha sido criticado, contestado y olvidado. La Iglesia lo eleva ahora a los altares. El Papa Francisco, que lo beatificó en 2014, dijo de él: «Grande Papa, valeroso cristiano, incansable apóstol».
Ahora ha llegado el momento de su canonización. Y ello se ha debido a un milagro aprobado por la Iglesia. Un test prenatal invasivo que causó la rotura de la membrana de una bambina, Amanda. Con tentación de aborto y riesgo de vida durante el embarazo, nació prematuramente el 25 de diciembre de 2014 después de que sus padres hubieran rezado al Papa en el Santuario de las Gracias de Brescia, patria de Montini. También el milagro en Estados Unidos, que le llevó a la beatificación, tuvo cierta analogía. A causa de la rotura de la vejiga fetal, le sugirieron a la madre que abortara, pero ella rezó a Pablo VI por una estampa que le dio una monja.
Será canonizado un Papa que el 4 de octubre de 1965, ante la asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York, se presentó como portavoz de una Iglesia «experta en humanidad», que ofrece un patrimonio ético bimilenario para ayudar con humildad, y sin pretensiones «temporalistas» de dominio, a la búsqueda de la paz, de la justicia y de la seguridad en el mundo.

jueves, 4 de octubre de 2018

Francisco de Asís, «el único perfecto cristiano»


En toda biografía hay siempre una pequeña traición, al relatar el perfil del biografiado de una manera aproximativa.
¡Qué difícil es traer a lo visible lo invisible, describir el lento trayecto espiritual de un hombre tocado por la gracia! Nos pasa fundamentalmente con Jesús de Nazaret, donde toda biografía fracasa y el único recurso de la Iglesia sea siempre la lectura continuada de los Evangelios. Y pasa con Francisco de Asís. Ya lo decía Renan, cuando expresó que «se puede decir que, después de Jesús, Francisco de Asís es el único perfecto cristiano». 



Precisamente, hace unos años, en el festival de Cannes de 1989, se presentó un nuevo film sobre san Francisco de Asís. Lo que se dice de la escritura se puede decir de la imagen. ¿Quién tiene la patente de poder captar en imágenes la hondura espiritual de un santo del tamaño de san Francisco? Ordinariamente, estos filmes sobre los santos —o sobre el mismo Jesús, y casos recientes y escandalosos lo tenemos en la mente—, no logran penetrar en la grandeza del personaje y en la fuerza de su santidad.
Al menos la cineasta italiana Liliana Cavani lo ha intentado. Suyo es este filme. Y, aunque atea, siempre ha sentido debilidad por el Poverello. En 1966, le consagró su primer largometraje. Aquel primer Francisco de Asís resultó un hippy antes de tiempo que se alzaba en nombre de la justicia social. Veintitrés años después, en el festival de Cannes, la Cavani presentó un nuevo Francisco que vive serenamente, desde el interior, su camino hacia Dios, Dios solo.
Liliana Cavani ha querido hacer una película para «todos los que son como yo...», expresó. Ante la reacción «furibunda» con que fue recibido su filme –hubo una enorme bronca en la presentación de esta película–, contestó: «Aquí existe el reino de la precipitación y de la frivolidad. Vosotros, los franceses, no soportáis que se os hable de Dios y de la religión. Tenéis miedo de hablar de ello. Yo soy atea, pero comprendo que la religión es un instinto fundamental del hombre. Y no tengo miedo de abordar este tema...».
La utopía maravillosa de la fraternidad que hay en Francisco de Asís es lo que fascina a la Cavani. «Es el deseo de profundizar el aspecto religioso del personaje lo que me ha empujado a contar por segunda vez la historia de Francisco. Los jóvenes, hoy, no le conocen. Su nombre va siempre asociado a los animales... En el primer filme sobre él, había hecho una lectura parcial de Francisco, no viendo en él más que un hombre que obraba en nombre de la justicia, el utópico de la fraternidad que aplica el Evangelio a la letra. En mi nuevo filme, conserva las características «sociales», pero es algo más: es un hombre que descubre las «huellas» de un camino que le conducirá a Dios. Porque es del contacto con Dios de donde nace y se explica el amor de Francisco hacia todos los hombres...».
Tras veintitrés años, confiesa la Cavani, había logrado un filme más aproximativo de la vida de Francisco, que siempre le fascinó. Pero lo que cuenta en ella es su honradez en el relato y afán de emulación. Sirva ello para todos nosotros. En el camino de la santidad, nuestro caminar siempre será aproximativo del santo de nuestra devoción y, fundamentalmente, de Jesús de Nazaret. Si, además, nos proponemos relatar sus hechos, por la imagen o la letra, ay, entonces, sucede el esfuerzo fatigante de manosear la cáscara sin saber muchas veces llegar al meollo del fruto. Pero resulta un esfuerzo apasionante.
Su primer biógrafo, Tomás de Celano, ante la personalidad misteriosa de Francisco de Asís, dejó la pluma para decir: «Es mejor que calle», porque ninguna palabra logrará repetir «el misterio original y genial encerrado en san Francisco».
En 1939, Pío XII le tributó un reconocimiento oficial al «más italiano de los santos y al más santo de los italianos», proclamándolo patrono principal de Italia. Y en 1979, Juan Pablo II lo proclamó patrono celestial de los ecologistas.