martes, 16 de octubre de 2018

San Juan Pablo II: ¡No tengáis miedo!

Hoy, 16 de octubre, se cumplen 40 años de la elección del cardenal polaco Karol Wojtyła, arzobispo de Cracovia, 58 años, como papa con el nombre de Juan Pablo II. Primer papa eslavo y primer papa no italiano después de cuatro siglos y medio, desde 1522, tras un cónclave que necesitó dos días y ocho votaciones.
Al salir al balcón de la Basílica de San Pedro, su primera palabra fue: «Hermanos». Y a continuación dijo algo que nos ha sonado más recientemente en la elección del papa Francisco:
–Los cardenales lo han llamado de un país lejano; lejano, pero siempre muy vecino en la comunión en la fe y en la tradición cristiana.


 Después de la sorpresa de la elección un mes y pico atrás del papa Juan Pablo I, casi desconocido y fuera de todo pronóstico, aparecen ahora los cardenales eligiendo a un polaco. Como escribió Martín Descalzo, en ABC:
–Con su elección nos hemos topado una vez más, de bruces, con el Espíritu Santo. Tampoco esta vez es que los periodistas no hubiéramos sabido olfatear lo que los cardenales preparaban. En realidad, el número de cardenales que pudieron pensar en su nombre antes de entrar en el Cónclave podría contarse con los dedos de una mano. Es esta una candidatura surgida fuera de todos los cálculos humanos, al margen de grupos y de intrigas, bajo el fuego de la hora de la verdad en el interior del Cónclave.
Tensión sí que hubo dentro del Cónclave. No fue fácil, sino un Cónclave duro en el que los cardenales tuvieron que vencer la resistencia de la Curia que quería colocar al conservador Giuseppe Siri, arzobispo de Génova, frente a su adversario histórico Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia.
Días después de su elección, en la inauguración solemne de su pontificado, el domingo 22 de octubre, será recordado el papa Wojtyla por aquellas palabras que resonaron en la plaza de San Pedro ante cardenales, reyes –entre ellos, los de España Juan Carlos y Sofía–, cuerpo diplomático y más de doscientas mil personas:
–¡No tengáis miedo! Abrid de par en par las puertas a Cristo. Os lo suplico, os imploro con humildad y confianza: dejad a Cristo que hable al hombre… ¡No tengáis miedo! Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. Sólo Él lo sabe.
Ese grito de «¡No tengáis miedo!» ha quedado en el recuerdo de aquella mañana de 22 de octubre en la plaza de San Pedro, y será en cierto modo como el leitmotiv de su pontificado. Días más tarde, voló en helicóptero a la ciudad de Asís para rezar ante la tumba de san Francisco, primer viaje de los muchos que realizará este pontífice planetario a lo largo de su pontificado: la visita de al menos 129 países, entre ellos a España por cinco veces y dos a Sevilla: el 5 de noviembre de 1982 para la beatificación de Sor Ángela de la Cruz, y el 12 de junio de 1993 para clausurar el Congreso Eucarístico Internacional.
Hecho relevante de su pontificado fue el atentado sufrido el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro a manos del turco Mehmet Ali Ağca, quien le disparó con una pistola a corta distancia entre la multitud. El papa fue herido en la mano, brazo y abdomen. Dos años y medio más tarde, en diciembre de 1983, el papa lo visitó en la cárcel, conversó con él y le perdonó.
Un año después de este atentado, estando el papa en Fátima, ocurrió en la noche del 12 al 13 de mayo de 1982 un intento de atentado a manos del sacerdote lefebvriano Juan María Fernández Krohn, madrileño, abogado y militante falangista que fue del sindicato estudiantil Frente de Estudiantes Sindicalistas, que pretendió asaltar al Papa con una bayoneta.
En el juicio confesó que creía que Juan Pablo II había estado ligado a la Unión Soviética e incluso era un agente secreto comunista tratando de corromper el Vaticano. Tras una condena de seis años, de las que cumplió tres, por ahí anda entre España y Bélgica, habiendo abandonado el sacerdocio recibido en 1978 en el Seminario de Econe, Suiza, Sociedad de San Pío X del cismático arzobispo Marcel Lefebvre.
Hecho especialmente relevante es la parte que corresponde a Juan Pablo II de la caída del Muro de Berlín y el desplome del comunismo, primero en su Polonia natal y después en Europa.
Sus últimos años fueron de un declive físico evidente hasta su fallecimiento el 2 de abril de 2005, a las 21:37, noche previa al domingo de la Divina Misericordia. Sus últimas palabras fueron en polaco: “Pozwólcie mi iść do domu Ojca” (Déjenme ir a la casa de mi Padre).
Queda aún en la memoria el duelo impresionante de multitudes en la Plaza de San Pedro. Y surgió el grito de “Santo subito” (Santo ya) durante los actos de exposición de sus restos mortales y misas de funeral. No tardaría mucho. Fue beatificado el 1 de mayo de 2011 por Benedicto XVI y canonizado por el papa Francisco el 27 de abril del 2014 junto a Juan XXIII. Su fiesta litúrgica se celebra el 22 de octubre, día de la inauguración solemne de su pontificado.

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