viernes, 3 de noviembre de 2017

Sonría, por favor

En cierta ocasión, el arzobispo de Sevilla cardenal Bueno Monreal nombró para un cargo diocesano muy importante a un sacerdote, que estaba muy preparado y aparecía con un sin fin de cualidades como clérigo y como persona. Comentando poco después el cardenal con otro sacerdote qué le había parecido ese nombramiento, el cura le dijo a Su Eminencia:
–Me ha parecido muy mal.
Sorprendido el cardenal por la respuesta, le dijo:
–Señor cardenal, no lo veo nada bien porque este señor a quien le ha dado Ud. un cargo tan importante no sabe reírse.

Y es que saber reír, sonreír al menos, es una terapia de vida y en el sacerdocio un eje fundamental de apostolado. Ya decía san Ignacio de Loyola:
Ríe y hazte fuerte.
A un novicio jesuita le dijo:
–Siempre te veo sonreír y me alegro de ello.
Y hubo alguien que dijo:
–El buen humor constituye las nueve décimas partes del Cristianismo.
Si el no reír es negativo para un sacerdote, mucho más lo es para un obispo. Conozco a un arzobispo al que no se le ve sonreír. Parece que está siempre con el Código de Derecho Canónico bajo el sobaco para dar con sus cánones en la testa del más pintado. En otros tiempos, esto era oficio propio de inquisidor.
Hemos tenido santos que han sobresalido por su ingenio y humorismo. Por ejemplo, Teresa de Jesús, Cura de Ars, Felipe Neri, Francisco de Sales
De Teresa de Jesús, que dijo aquello: «De devociones bobas nos libre Dios», cuento un amplio repertorio de ocurrencias en mi biografía de la Santa de Ávila, titulada: «Teresa de Jesús, esa mujer».
El Cura de Ars poseía un gran sentido del humor. Una señora especialmente corpulenta le preguntó en cierta ocasión:
–¿Qué debo hacer para entrar en el cielo?
Y el santo Cura de Ars le contestó con sorna:
–¡Tres Cuaresmas, hija mía!
Otra dama le dijo:
–¡A mí nunca me han hecho esperar, ni siquiera en el Vaticano!
–Es posible, señora, pero aquí tendrá que esperar por primera vez.
Cuando pidieron firmas para echarlo del pueblo, el Cura de Ars firmó también:
–Ahora que ya tienen mi firma, nadie dirá que falta materia para que yo quede convicto de culpa.
Y al ser nombrado canónigo, lo primero que hizo fue vender la muceta. Escribió al obispo:
–La he vendido por cincuenta francos y estoy muy satisfecho del precio.
San Felipe Neri, como buen florentino, era chistoso y ocurrente. Decía de él el cardenal Capacelatro:
–Había en su carácter un rasgo que los jóvenes nunca dejaron de admirar: en todo momento se mostraba alegre y jovial.
Felipe Neri solía repetir:
–Un espíritu alegre llega a la perfección con mayor rapidez que cualquier otro.
Y también:
–La alegría cristiana es un don de Dios que fluye de la buena conciencia… En mi casa no quiero tristezas.
Un día de fiesta, estando a la mesa con otros comensales, dijo:
–Estoy seguro de que Baronio va a decirnos que la alegría cristiana brota de la continua meditación de la muerte.
Se refería a César Baronio, cardenal e historiador italiano.
Francisco de Sales era otro santo de un gran sentido del humor. Valga un ejemplo. Reprendió a un amigo que se había burlado de un jorobado:
Las obras de Dios son perfectas –le dijo.
Y el amigo le replicó:
–¿Cómo perfectas, si ese hombre es jorobado?
–Sí, pero puede ser un jorobado perfecto.
Y así podríamos seguir con el humor de tantos santos. Pensemos que todo lo que viene de Dios es alegre. Es la definición de Dios de Ramón Llull:
–Dios es Fiesta.
Valgan finalmente las palabras del mismo Jesús que recojo del Evangelio de san Juan:
–Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros, y vuestra alegría sea completa (Jn 15,11); ...pero vuestra tristeza se cambiará en alegría (Jn 16,20); vosotros estáis ahora tristes, pero yo os veré otra vez y vuestro corazón se alegrará, y nadie os quitará ya vuestra alegría (Jn 16,22).

No hay comentarios:

Publicar un comentario