viernes, 8 de marzo de 2019

La Torre del Oro


Existe una referencia árabe (Ibn Abi Zar, Rawd al-Quirtas) que afirma que la Torre del Oro fue construida en el año 617 de la era musulmana, que corresponde al período comprendido entre el 8 de marzo de 1220 al 24 de febrero de 1221. Haciendo cuentas, vemos que la Torre del Oro fue poquísimos años mora, veinticuatro exactamente, ya que pasó a poder de los cristianos en 1248 al ser conquistada Sevilla por Fernando III.
La misma referencia árabe dice que Abu-l-Ula, gobernador almohade de Sevilla y califa desde 1227, la mandó construir cuando gobernaba esta ciudad, con un marcado carácter defensivo del puerto. Se hallaba unida por un lienzo de muralla con la Torre de la Plata y con el Alcázar.


¿Por qué su nombre?
Una bonita teoría afirma que en sus inicios tenía unos azulejos dorados que brillaban al sol, y de ahí el nombre. Gestoso, que recoge el parecer de Peraza y Zúñiga, cuenta que esta torre «es labrada por fuera de azulejos, en los cuales dando el sol reverbera con agradable resplandor y tiene otras pinturas coloradas por fuera». Pero me inclino más bien por la opinión que sostiene Julio González en su magnífico libro Repartimiento de Sevilla. Aclara que «desde un principio se dice ‘Torre del Oro’ (Borg-Al-dsayeb), con lo cual se excluye la gratuita afirmación de que ese nombre se impuso por un hipotético revestimiento de reflejos dorados, pues en este caso mejor se hubiera dicho ‘de Oro’ o ‘Dorada’. Decir ‘del Oro’ parece lógico que se refiere en realidad al metal encerrado en ella. Consta que los castellanos la llamaban ‘torre del Oro’ en el libro del Repartimiento y en diplomas, al menos desde el 29 de diciembre de 1253. No debe sorprender esta solución porque en esa época era costumbre depositar los tesoros y documentos valiosos del señor en torres fuertes, que generalmente eran albarranas respecto al castillo o palacio de que dependían; así se ve la torre del tesoro en Lisboa y en otros sitios. Es más, durante la época cristiana hay constancia de haber sido la Torre del Oro la del tesoro, incluso con ese metal, como se ve en los días de Pedro I».
La Torre, hoy Museo Naval (desde 1944), ha servido a lo largo de su existencia de múltiples usos: baluarte defensivo, destino primero desde su construcción, almacén, depósito, bastimento, capilla, embarcadero, faro...
Tras el terremoto de Lisboa (1755) hay un intento de demolición, pero la torre se salvó con una restauración llevada a cabo en 1760, agregándose un tercer cuerpo con claraboya y cupulinos con azulejos amarillos. En 1821 fue demolido el lienzo de muralla que lo unía al Alcázar, pasando desde entonces a llevar una existencia solitaria, como mástil enhiesto a la orilla del Guadalquivir.
El 5 de junio de 1931 fue declarada la Torre del Oro Monumento nacional.
El rey don Pedro el Cruel, cuyos restos reposan en la cripta de la Capilla de los Reyes, en la catedral de Sevilla, utilizaba la Torre del Oro para sus menesteres. Y la heroína sevillana doña María Coronel, que se quemó el rostro con aceite hirviendo para huir de la lascivia del monarca, bien pudo considerar esta torre como lugar maldito.
En ella, según el analista Zúñiga, fue traído prisionero don Juan de la Cerda, esposo de doña María Coronel, y decapitado. En ella, jugaba Pedro I a la tabla, una de sus grandes aficiones, y guardaba parte de su tesoro, custodiado por el judío Samuel Leví. Y en ella tuvo uno de sus amores. Dice Ayala en su Crónica que, «maguer que al comienzo a ella non placía», allí tuvo, y esto es lo chocante y triste, a doña Aldonza, hermana de doña María Coronel. La cosa no duró mucho. Ninguno de los amores de Pedro I duró gran cosa sino el tiempo de probar la fruta, salvo el permanente amor, el más sentido, de doña María de Padilla. «Es la historia de una pobre mujer que fue débil, fue mujer y fue piadosa en aquel mismo trance», como la describe Chaves en su fino análisis de la ciudad de Sevilla. Y continúa: «¡Larga y porfiada lucha la de esta mujer, en la que al fin venció lo que era más humano entre aquella concreción de inhumanidades del medievo!... Doña Aldonza Coronel está mucho más cerca de nosotros que su hermana. Si aún se admitiera el símbolo, nosotros pretenderíamos hacer simbólica la figura de esta querida de don Pedro que en la Torre del Oro sucumbió dolorida llorando ella sola la infelicidad de todas las sevillanas que fatalmente han ido sucumbiendo».
Como cantó otra poetisa sevillana, Isabel Cheix Martínez:

María, flor de los cielos,
Aldonza, flor de la tierra.

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