Se están editando en
Alemania los Cuadernos negros de
Martin Heidegger (1889-1976), autor de Ser
y tiempo, el filósofo del siglo XX para muchos, pero también un nazi
declarado y no arrepentido. Estos Cuadernos son unas libretas de tapas de hule
negro que Heidegger utilizaba para tomar anotaciones. Las inició en 1931 y escribió
en ellas hasta casi su muerte. Se ha cumplido su voluntad de que no aparecieran
hasta después de publicadas todas sus obras. Pero en estos Cuadernos aparece el
Heidegger más íntimo y su estudio está suscitando viva polémica en Alemania.
Me interesa recoger aquí brevemente
su relación con la gran filósofa judía Edith Stein, discípula de Husserl, como
también lo fue Heidegger, aunque mantuviera claras discrepancias con la
fenomenología de Husserl y después renegara de él.
Edith Stein y Martin
Heidegger se conocieron precisamente en una reunión con numerosos invitados en
casa de Husserl. A Edith le causó muy buena impresión aquella tarde. Dejó
escrito de él:
—Era callado y retraído
cuando no se hablaba de filosofía, pero apenas salía una cuestión filosófica se
llenaba de vitalidad.
El 20 de marzo de 1917, Heidegger se casó por lo civil con Elfride
Petri, alumna suya. La conoció en 1915, en Friburgo, siendo él un joven
profesor de 26 años y ella una guapa alumna de 22. Al día siguiente, su amigo y
protector Engelbert Krebs los casó por la Iglesia católica en la capilla
universitaria de la catedral de Friburgo. Los apuntes de Krebs, dos años
después profesor de dogmática en la universidad de Friburgo, reflejan que fue
un «matrimonio de guerra, sin órgano ni vestido de novia, sin corona ni velo,
sin coches ni caballos, sin banquete ni invitados, únicamente con la bendición
escrita de los padres de ambos, que no estaban presentes». Heidegger era
católico y Elfride protestante. Días más tarde, el pastor Lieber, padre de la
amiga de Elfride, Friedel Lieber, «les da la bendición» por parte de la Iglesia
protestante en Wiesbaden, con la presencia de la madre y los familiares de
Elfride, quienes participan en la fiesta.
Será un casamiento bastante embarazoso. Perdurarán unidos de por vida,
pero no se guardarán fidelidad. Heidegger mantendrá muchas relaciones
extramatrimoniales, soportadas por su esposa (entre ellas, con la judía Hannah
Arendt, alumna suya, huida del nazismo, y autora del célebre libro «La
banalidad del mal», escrito tras el juicio de Eichmann en Jerusalén). Pero
Elfride custodió un secreto que revelará con el tiempo a su marido. El segundo
hijo no es del filósofo sino de un antiguo novio de Elfride. Aparte la deriva
de Heidegger, cuando llegue el nazismo, abrazará con oportunismo esta perversa
ideología y dará de lado a Husserl y Engelbert Krebs. Catorce meses después del
casamiento, escribió a este sacerdote que los casó diciéndole que ha tomado la
decisión de repudiar lo que él llamó «el sistema católico».
Edith Stein no participó en la boda. Se hallaba en Breslau, su patria,
aprovechando las vacaciones anteriores al semestre de verano. Llegó días
después. No tenemos noticias del pensamiento íntimo de Edith en estos momentos
sobre Heidegger, filósofo que un año más tarde le sucederá en el puesto de
asistente de Husserl. Pero sí sabemos cómo ella calificó en 1931 la filosofía
de Heidegger en conversación con el profesor Kock, docente en la facultad de
filosofía de Breslau. La llamó «la filosofía de la mala conciencia».
Engelbert Krebs, por su parte, comparará en su diario íntimo los
caminos contrapuestos en las vidas de Heidegger y de Edith Stein.
–¡Qué divergencia en los destinos! Edith Stein adquiere muy pronto una
alta consideración en el terreno filosófico, después se hace pequeña y humilde,
católica al fin, se retira a un convento de dominicas de Espira para
comprometerse en un trabajo de silencio. Debutando a la inversa bajo los
colores de la filosofía católica, Heidegger se hace increyente, se aleja de la
Iglesia, adquiere una celebridad en la que se ve rodeado por la corporación de
filósofos que hacen círculo alrededor de él.
Un día, Edith
acudió a la casa de Husserl para charlar sobre un trabajo cuando se encontró en
la puerta con Heidegger. Y los tres juntos dieron un paseo, charlando de
cuestiones de la filosofía de la religión, que duró hasta la medianoche.
–¡Fue maravilloso! —cuenta
Edith.
Discutieron sobre un libro
que entonces estaba de moda, Lo Santo,
de Rudolf Otto, teólogo protestante alemán y erudito en el estudio comparativo
de las religiones, publicado meses antes. Otto cita en su obra a Juan de la
Cruz y Teresa de Jesús, místicos con los que Edith se tropezará muy pronto y
llegue su conversión.
A Edith habrá de dolerle especialmente la actitud de quien, como ella,
ha estado tan cerca de Husserl. Martin Heidegger ha aceptado el rectorado de la
universidad de Friburgo en esos primeros momentos tan confusos de gobierno
nacionalsocialista, abril de 1933, justo al mismo tiempo en que Edith enviaba
su dolorida carta a Pío XI sobre la suerte que aguarda a los judíos. Heidegger
se afilia al partido nazi el 1 de mayo de 1933 con el número 3-125-894. Husserl
hizo este comentario:
–La conclusión más bella de esta presunta e íntima amistad filosófica fue
la entrada (del todo teatral) lograda públicamente en el partido
nacionalsocialista.
Si Husserl mostró abiertamente su rechazo y su ironía ante esta
asunción política de su discípulo, Edith no llegó a exteriorizar sus
sentimientos. Pero evidentemente hubo de sentirse herida. Quizás ya no supiera,
porque se hallaba recluida en el convento como monja carmelita, la alocución de
Heidegger el 1 de noviembre de 1933 a estudiantes alemanes:
–Que
las reglas de vuestro ser no sean ni fórmulas doctrinales ni ideas. El Führer
mismo y él solo es la realidad alemana de hoy, pero es también una realidad del
mañana y por tanto su ley. Aprended a saber siempre más profundamente. De ahora
en adelante cada cosa requiere decisión y toda acción responsabilidad. ¡Heil
Hitler!
Zonas oscuras subsisten en la actitud de Heidegger con respecto a
Husserl, afirma Friedländer. Y sombras oscuras, diría yo, subsisten también con
Edith si ella, tan recatada, hubiera expresado sus sentimientos más íntimos. El
14 de abril de 1933, Husserl, emérito desde hacía algún tiempo, recibió el
despido del rectorado –la
pérdida de su despacho–, hecho que suscitó sensaciones dentro del Reich.
Husserl sintió este acto como la más grande ofensa de su vida:
—Pienso que no soy el peor alemán (de viejo estilo y espesor) y mi
casa es un lugar de sentimientos nacionales auténticos, que todos mis hijos han
demostrado en su actividad de voluntarios en el campo de batalla y en el
hospital militar durante la guerra.
Heidegger rompió todo contacto con Husserl y con los demás colegas y
discípulos judíos y no hizo nada por suavizar su gran aislamiento.
A través de los libros de Victor Farías y Hugo Ott, hoy sabemos que
Heidegger no fue un nazi ocasional o ingenuo, sino que fue un antisemita precoz
y después un nazi hasta la conclusión de la guerra, tras la que no llegó a
admitir su propia culpa ni condene el Holocausto. Cuando Husserl muera en 1938,
Heidegger no acudirá al entierro. Adujo que estaba enfermo. Pero todo parece
indicar que fue una excusa. Edith escribió desde el convento a Adelgundis, la monja que atendió a
Husserl en sus últimos momentos, y le
preguntó:
–No sé absolutamente nada
del entierro. Tampoco se decía nada de ello en la esquela. ¿Cómo se ha
comportado la Universidad? ¿Y cómo Heidegger?
Heidegger, ya lo hemos
contado, no tuvo redaños para asistir al entierro de Husserl.
Padre Carlos, un cordial saludo. Tal vez sea bueno para los lectores interesados saber que Judith Stein escribió "La filosofía existencial de Martin Heidegger" (disponible en Internet, Editorial Trotta), en donde la filósofa, quien ingresó al Carmelo finalmente y fue asesinada en Auschwitz junto con su hermana, pone de relieve las insuficiencia e inconsistencias de Heidegger. Y no se trata sólo del problema moral que constituye haber abrazado con entusiasmo el nazismo, sino de críticas propiamente filosóficas: ¿que es Dasein? ¿Sirve como concepto para acceder al Ser? ¿El análisis de Heidegger de Dasein es adecuado?, etc.
ResponderEliminarMe ha parecido muy ilustrativo el artículo. No conozco nada de la obra de Heidegger, y si conozco algo de la obra de Judith Stein, y me interesa muchísimo. La de Heidegger no me suscita ningún interés, si acaso, solo como erudición. Por eso no sé si llegaré a leer algo de el, alguna vez. Muchas gracias. DIOS le bendiga.
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