domingo, 10 de junio de 2018

Cardenal Segura vs Herrera Oria


El próximo 28 de julio se cumplirán 50 años de la muerte del cardenal Herrera Oria. Figura importante en la España de la primera mitad del siglo XX. Nacido en Santander en 1886, fue periodista, jurista, político, sacerdote, obispo de Málaga y cardenal. Fundó con el padre Ayala la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y fue director de El Debate, antecesor del diario Ya.
Ordenado de sacerdote en 1940, poco después de la guerra civil, fue nombrado en 1947 obispo de Málaga y en la vecina Sevilla se hallaba de arzobispo el cardenal Segura. De la relación de ambos quiero decir algunas cosas, o, mejor dicho, de su no relación.


  Cardenales Segura y Herrera Oria 

La cosa viene de atrás.
En 1931, siendo el cardenal Segura primado arzobispo de Toledo, es expulsado de España por la República y, después de no pocas peripecias, acogido en la Curia romana. Él dirá en Roma que quienes lo echaron fueron el nuncio Tedeschini y Ángel Herrera Oria, director de El Debate en aquel entonces. Diario católico que al parecer no leía Segura.
Cuando era obispo de Coria, Segura tenía en el diario Extremadura un resorte de control en sus manos, que pronto se convertirá en el principal órgano integrista de la región. Pero años después, ya de primado en Toledo, confesará su secretario que el cardenal solo lee un periódico, El Siglo Futuro, integrista, dirigido por el abogado Manuel Senante, de insignificante tirada y escasa influencia, frente a otros periódicos de Madrid, de tendencia conservadora, como El Debate, liberal, órgano oficioso del partido político la CEDA en tiempos de la República, dirigido por Ángel Herrera Oria, al que Segura llegará a reprobar, o el monárquico ABC, el de mayor tirada en España. Lo cual es un poco contradictorio en un Segura que es por esencia contradictorio. Porque siendo él integrista como El Siglo Futuro, en lo dinástico era alfonsino y no carlista. Aunque en la República y en su etapa última en Sevilla, hará buenas migas con el jefe del tradicionalismo, Manuel Fal Conde.
Segura afirmará que «se vio constreñido» por la República a salir de España y se puso en camino esa misma madrugada en automóvil, con su hermano Vidal y su secretario Acacio Marqueño, para llegar en la mañana del 13 de mayo de 1931 a la frontera de Francia por Irún.
Como el Cardenal no tenía pasaporte –cuenta el jesuita padre Otaño, celebrado músico–, encargó a Senante su despacho. Este, a su vez, se valió del Sr. Herrera, que habló al Ministerio de Gobernación, por donde el ministro se enteró que el Cardenal deseaba alejarse…
Este trámite de Herrera Oria servirá a un Segura susceptible de involucrarlo también, junto con el nuncio, de connivencia con el Gobierno de la República para echarlo de España. El pasaporte lo recibirá Segura en Lourdes días después, con prontitud y deferencia del Gobierno español que, como se dice popularmente, pretendía así sacarse un muerto de encima.
Estando todavía Segura en Francia antes de asentarse en Roma, no dejaba de inmiscuirse en los asuntos de la Iglesia en España. Vino la protesta del Gobierno republicano y el nuncio Tedeschini aprovecha que Ángel Herrera Oria –Azaña le llamaba «jesuita de capa corta»– va a Roma para llevar al secretario de Estado de Pío XI cardenal Pacelli varios despachos, algunos dedicados al asunto Segura. Por cierto, el director de El Debate estuvo días antes, domingo 23 de agosto de 1931, en Burgos, dando o pretendiendo dar una conferencia en el Teatro Principal. Pero Burgos es la tierra natal de Segura y ha sido su arzobispo. En el patio de butacas se hallaba lo más selecto de la burguesía burgalesa y en el gallinero la tropa socialista. Cuando se disponía a hablar Ángel Herrera, el dirigente carlista Martín Garrido Hernando soltó un grito que resonó en todo el teatro:
–¡Viva el carde­nal Segura!
Acogido con fervorosa ovación por el patio de butacas, en las alturas no paraba el griterío y el pataleo de los socialistas. Total, que el delegado gubernativo se vio obligado a dar por concluido el acto.
Ahora el director de El Debate marcha a Roma y Tedeschini aprovecha para encomendarle varios documentos. También comunica a Pacelli las impresiones del encuentro con el Gobierno.
–El Gobierno está impresionado con el cardenal Segura, especialmente por la venta simulada y más todavía por la autorización amplísima que la Santa Sede le ha concedido. Declara el Gobierno que el cardenal ha perdido todos los derechos que le concede el poder civil y pide que la Santa Sede haga lo mismo respecto a los poderes eclesiásticos. En otros términos, que dimita…
Y llega el desahogo del nuncio:
–Todo esto que está sucediendo y me llena de dolores y de trabajo… es el fruto de la ambición y de la ligereza irremediable de este desgraciado cardenal, que, para darse importancia y hacer en España de Pontífice (como dice el arzobispo de Burgos), no duda en pisotear los derechos y el respeto debidos a la Nunciatura, y de comprometer a la misma Santa Sede.
Y concluye en nueva carta al secretario de Estado, fechada el 24 de agosto:
–Ruego a Vuestra Eminencia considere que esta ausencia de toda canonicidad en el Segura (sic) es la causa de todos los males en España y de toda tribulación en esta desgraciada Nunciatura.
Pasarán los años y Segura, ya de arzobispo de Sevilla, verá cómo la Santa Sede nombra en 1947 a Herrera Oria, que se ha ordenado de presbítero en 1940, como obispo de Málaga, diócesis vecina, al que consideraba como uno de los que ayudaron a echarlo de España. No se verán las caras, que yo sepa.
En 1952, Segura escribe una admonición pastoral Sobre un grave abuso del poder público, en orden a los derechos de la Iglesia, atacando el protestantismo, una de sus obsesiones. Y se sorprende de la repercusión que en el extranjero ha tenido su carta pastoral.
De esta carta se hizo eco The Tablet inglés, y los medios americanos, revista Time, America (de los jesuitas), e Indiana Catholic and Report, órgano de la diócesis de Indianápolis. La revista Time, por ejemplo, titula su artículo: Lo medieval contra lo moderno. Lo «medieval» era el cardenal Segura; lo «moderno», Ángel Herrera Oria.

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