domingo, 31 de marzo de 2019

Cristóbal Colón, la de tortas que le vienen dando


El 1 de marzo, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, envió al Rey de España y al papa Francisco una misiva en la que reclama la necesidad de "reconocer y pedir perdón" por los abusos cometidos por los españoles en la conquista de México. También la protesta feminista del 8 de marzo exigía entre otras propuestas una que afecta directamente a la celebración de la Fiesta Nacional. Proponen cambiar el relato del 12 de octubre, conocido como Día de la Hispanidad, por un día de memoria y reconocimiento del genocidio sufrido por la población del continente americano y la lucha anticolonialista de sus territorios.
Por otro lado, la historia «brutal y sangrienta» de Cristóbal Colón será objeto de una serie de televisión estadounidense. Obra de la productora USA Cavalry Media, que trabaja en un drama sobre el célebre navegante basado en el polémico libro de Hans Koning Colón: el mito al descubierto.


 En su obra, publicada en 1991, el difunto escritor describe a Colón como un «ladronzuelo codicioso, el prototipo de canalla que viajó para liquidar una cultura».
La serie se titulará Hispaniola, en castellano La Española, la isla del Caribe donde Colón fundó el primer asentamiento europeo en el Nuevo Mundo tras explorarla en 1492, y donde hoy se sitúan los estados de República Dominicana y Haití.
John Fusco, creador de Marco Polo, como guionista y productor de la serie, será el encargado de la adaptación.
–Dada mi larga relación y alianza con la comunidad de nativos americanos –ha afirmado–, hace años que quiero contar esta historia. La oscura y brutal verdad detrás de Colón –no el mito que se enseña en los colegios– ha encontrado su momento y su medio.
Quisiera desde aquí echar humildemente una lanza a favor de Cristóbal Colón, cuyos restos, a pesar de lo que digan los de la isla de Santo Domingo, creemos que se encuentran en la catedral de Sevilla, en ese majestuoso sarcófago que ideara Arturo Mélida. Y nerviosos e inquietos deben hallarse en su tumba ante tanta miseria intelectual como ha aparecido por el ancho mundo para restar cicateramente importancia a la gesta del descubrimiento de América.
En 1492 se inició esa hermosa aventura hacia lo desconocido en el puerto de Palos. Tres cascarones de madera se dieron a la mar océano, adentrándose en las tenebrosas aguas más allá del Finisterre, al socaire de la loca idea de un marino genovés. La empresa estaba financiada por la reina de Castilla, Isabel la Católica. Y la tripulación, gente bragada de nuestra Andalucía.
Pues resulta, para los historiadores revisionistas norteamericanos, no sólo Hans Koning, que Colón fue un invasor. (¡Y lo dicen ellos, precisamente ellos!). Lo de Colón no fue una «proeza», fue una «barbaridad» y la celebración del Quinto Centenario en 1992 una «farsa».
Colón dio inicio al colonialismo moderno, según Ricardo Levins, y se convierte en un monstruo que arruinó el paraíso perdido, según el historiador Kirpatrick Sale, que ha escrito La conquista del paraíso, aprovechando la coyuntura del tema con un contenido escandaloso que le ha proporcionado sus buenos dólares. Él parte de una interpretación «ecológica» de la Historia. Ahora que la interpretación «marxista» se encuentra en el cubo de la basura, nos viene este nuevo enfoque ecológico que desea interpretar con mentalidad de hoy los sucesos acaecidos hace quinientos años. «América –nos dice– estaría hoy mucho mejor sin la intervención europea. Con Colón no sólo se destruyó el mundo y la naturaleza de los indios sino también la relación cuidadosa y respetuosa que existía entre ellos y su entorno». El Consejo Nacional de Iglesias de los Estados Unidos se unió también a esta orquesta y calificó la llegada de Colón como una «invasión». A esta nota no se unieron los obispos católicos norteamericanos, que redactaron un documento más sensato.
¡Pobre Colón, la de tortas que le vinieron encima! ¿No os parece que la historia de este hombre es más sencilla? Tuvo una genial idea y logró un sponsor (ahora se dice así) en la reina Isabel la Católica y un pueblo que lo realizó. Barbaridades hubo, claro que sí, y ahí están, entre otras, las denuncias de ese sevillano que se llamó Bartolomé de las Casas. Pero no echen las culpas a Colón, que fue sencillamente un navegante avezado, y le inculpen aviesamente de invasor, como si hubiera programado sádicamente esta incursión continental desde la Casa Blanca de hace quinientos años.
Francia, cómo no, se unió también a esta orquesta en el Centenario de 1992. Y por ahí apareció el diario Le Figaro con un amplio dossier, donde la malevolencia se unió a la ignorancia. Franceses y norteamericanos se podrían mirar su propio ombligo, que debe andar bastante lleno de pelusas históricas. Y aplicarse la interpretación «ecológica» a ellos mismos. El corazón de Europa no latía en 1492 en Italia, Francia o Inglaterra, sino en España, dicen estos franceses. Por ello no se sienten responsables de esta «tragedia»...
Ni falta que hace. Porque no fue una tragedia. Fue una gran hazaña histórica. Sería apasionante colarse en el túnel del tiempo y recoger las primeras emociones de un Colón que ha vuelto de su primer viaje. Cuando llegó a Palos, de donde partiera, el 23 de marzo de 1493. O cuando unos días después, el 31 de marzo, domingo de Ramos, entró en Sevilla «donde le fue fecho buen recibimiento», según cuenta el Cura de los Palacios, testigo presencial de este momento. «Trujo diez indios, de los quales dejó en Sevilla quatro y llevó a Barcelona a enseñar a la Reyna y al Rey seis, donde fue muy bien recibido, y el Rey y la Reyna le dieron gran crédito y le mandaron aderezar otra armada mayor y volver con ella, y le dieron título de Almirante mayor de la mar Océano, de las Indias, y le mandaron llamar Don Cristóbal Colón, por honra de su dignidad...».
Ese domingo de Ramos en Sevilla se supo que existía un mundo desconocido, al fondo mismo de ese océano impenetrable. La historia cambia de página en ese momento y comienza una nueva era. Sevilla lo sabe antes que nadie. Pero no hay perspectiva histórica para calibrar entonces la trascendencia de ese retorno de Colón y de esa exótica muestra de indios que pasean por las calles de Sevilla.
Las cenizas del hombre que realizó hazaña tal se encuentran ahí, en un soberbio mausoleo, a hombros de los reyes de armas, que parecen cami­nar hacia el interior del templo desde la puerta de San Cristóbal de la catedral de Sevilla.

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