Me escribe un amigo, tras el escrito sobre el
Corpus de hace unos días:
–Veo que buena parte de ese Corpus profano con el
que acabó Carlos III se mantiene en Granada. Ahora que veo más TV, me llamó la
atención toda la parafernalia que rodea allí la fiesta... Y puestos a divagar,
si en tiempos de Carlos III los almonteños hubieran montado el espectáculo que
ahora montan con la Virgen, dentro y fuera del templo, ¿no se habría cargado el
rey también el Rocío?
Lo que en el reinado de Carlos III se cargó el
Supremo Consejo de Castilla no fue el Rocío sino la romería de Consolación de
Utrera.
En el siglo XVIII, importante en la Baja Andalucía
era el santuario de Consolación de Utrera. La ermita del Rocío –con perdón de
los almonteños– no tuvo significación especial hasta finales del XIX y siglo
XX.
Al Santuario de Consolación de Utrera se daban
cita en la fiesta principal las siguientes Hermandades: La primera y principal,
la de Utrera, única que perdura en la actualidad. Y filiales de ésta por orden
de antigüedad: Campillos, Osuna, Écija, Puebla de Cazalla, Paradas, Los
Molares, Alcalá de Guadaira, Arahal, Morón de la Frontera, El Coronil, Coria,
Hinojos, Gines, Mairena del Alcor, Los Palacios, Castilleja de la Cuesta,
Fuentes de Andalucía, Castilleja del Campo, Dos Hermanas, La Rinconada,
Albaida, Olivares, Chucena, Paterna del Campo, Escacena, Camas, Gelves, La
Algaba, Alcalá de la Alameda y Mairena del Aljarafe.
En la gran explanada que se abre ante el
Santuario, rodeado de olivos que se pierden en el horizonte, se iban
concentrando los días anteriores a la gran fiesta de la Virgen las muchas
Hermandades filiales que con la principal de Utrera iban a pasear en andas a la
Virgen de Consolación. Los tenderetes de buñuelos y frituras y de toda clase de
mercaderías que se daban cita en aquellos momentos ante tanta afluencia de
peregrinos, dio origen a la feria de Consolación, que duraba diez días y
llenaba de colorido y bullicio los días inmediatos a la gran fiesta.
Llegan las Hermandades con sus cofrades vestidos
de blanco y «muy galanes a su modo», según refiere Rodrigo Caro, y pasan a saludar
a la Señora y tocar sus vestiduras con los de la Virgen. Para esta piadosa
ceremonia se encontraban junto al altar tres religiosos mínimos con vestidos de
la Virgen en la mano con los que rozarán el suyo los cofrades.
La víspera de la festividad, los cofrades hacían
segunda estación ante su Virgen, cantando el rosario por la tarde en el
Santuario.
Y llega el día grande: 8 de septiembre.
Los padres mínimos sacan a la Virgen a la puerta
del Santuario. Viene preciosa la Virgen de Consolación en sus andas de plata,
regalo de tantos devotos de acá y allende los mares. Las Hermandades han
clavado en el suelo sus respectivos estandartes para indicar el trecho que toca
a cada una portar la imagen. Son las ocho de la mañana, cuando despunta el sol.
El delirio es ensordecedor al ver aparecer a la Virgen. Le toca recibir a la
Hermandad de Utrera, que la pasará a la de Campillos, y así sucesivamente por
orden de antigüedad, con los zarandeos propios de la imagen como hoy se ve en
el Rocío.
Se necesitaban más de veinte hombres para mover
las andas de la Virgen, cercadas por unas barandillas donde se colocaban los
niños enfermos que pedían a la Señora la curación de sus dolencias.
Concluida la procesión, se celebraba misa solemne
y sermón que predicaba uno de los padres más afamados de la Orden de los
Mínimos. El cronista de la Orden resume la fe y celebridad de esta romería en
aquellos tiempos:
–Es tanto el concurso de gente que acude de toda
Andalucía y Portugal, que testifican personas de mucho crédito, que ningún
Santuario de España lleva en esto ventaja como tampoco en los milagros; y
algunos curiosos que han querido contar los coches y carros certifican que
pasan de mil y quinientos los más años.
Pero a tanto llegó el bullicio que la devoción
decayó y vicios seculares se filtraron hasta degenerar el fervor popular de los
años anteriores.
Denunciado el hecho por fray Juan Prieto, general
de la Orden de los Mínimos y conventual de aquella casa, el Supremo Consejo de
Castilla arbitró una orden en 1770 prohibiendo la procesión. La Virgen no había
de ser movida de su altar.
Orden tan rigurosa creó un vacío de entusiasmo.
Las Hermandades dejaron de asistir y la devoción popular decayó.
Después vino la ocupación francesa, ya en el siglo
XIX, y en 1835 la exclaustración, que obligó a los mínimos a dejar el
Santuario. La romería se redujo a la visita a la Virgen de los vecinos de
Utrera y los devotos de los lugares cercanos con una pequeña feria que se
montaba en la explanada en la que prácticamente sólo vendían juguetes para
niños.
En el siglo XX, como se sabe, eclipsada la
devoción popular a la Virgen de Consolación, emerge la devoción a la Virgen del
Rocío, y en ello tuvo gran parte un canónigo de Sevilla, magnífico escritor
costumbrista, que se llamó Juan Francisco Muñoz y Pabón.
Pero esta es otra historia.
Muchas gracia por su relato. Maravilloso. Yo estoy buscando información sobre la virgen de Consolación, quiero hacer una cofradía como la de utrera. Soy de Toro Valle del Cauca, Colombia. Acá nos trajeron la virgen hace 4 siglos y aún se venera y tenemos una pequeña imagen de esa época. Por eso me he motivado a investigar y tratar de contactar devotos de utrera para saber más. Saludos
ResponderEliminarGracias Alvaro por su comentario. El blog de Carlos Ros sigue para que todos lo puedan leer al igual que informarse de sus libros en la pestaña respectiva. Lamentablemente Don Carlos falleció el 5 de enero de este año.
EliminarTe recomiendo leer lo que de momento he publicado en Facebook sobre este tema. Me gustaría que aportases las fechsa de la fundación de las distintas filiales de Consolación aproximadamente.
Eliminarel enlace de facebook de mi articulo con mucha relación con el tuyo es https://www.facebook.com/groups/1210073773132760
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