miércoles, 29 de agosto de 2018

Manuel Machado, el poeta olvidado


Nació Manuel Machado en Sevilla el 29 de agosto de 1874 en la calle de San Pedro Mártir, en el barrio de la Magdalena, primer fruto del matrimonio de Antonio Machado Alvarez, Demófilo, y Ana Ruiz, hija de un pastelero de Triana. Pronto cambiaron de residencia y pasaron a vivir al palacio de las Dueñas, de los duques de Alba, ya que en 1875 nace ahí su hermano Antonio.
La obra poética de Manuel Machado se ve condicionada un tanto por la de su hermano Antonio. Como si Manuel pareciese solamente el hermano de su hermano. Pero el tiempo justipreciará su poesía como en los momentos actuales se valora la de Antonio. Para mí he de decir que tanto monta la poesía de Antonio como la de Manuel.


Si en la juventud les unió en las calaveradas y amoríos, que pinta Manuel, al final de sus días los separó la maldita guerra civil. Manuel en un bando y Antonio en el otro. Los dos hubieron de plegarse a las exigencias del momento y poesías hay de ambos que bien hubieran querido se borrasen de las antologías. Antonio murió en el exilio. Pasada la frontera francesa, cae enfermo en Colliure, pueblecito de la costa mediterránea cercano a España, donde muere envejecido y agotado el 22 de febrero de 1939. Tres días más tarde, muere en el mismo lugar su madre, que es enterrada junto al poeta. Manuel muere en Madrid en enero de 1947.
Recojo un manojo de sus poesías: su retrato, Andalucía y cantares.

Su retrato:

Esta es mi cara y esta es mi alma. Leed:
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás... Nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...

Calaveradas, amoríos... Nada grave.
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...

¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido:
no gozo lo ganado ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... sin ser un Tenorio –¡eso, no!–
tengo una que me quiere, y otra a quien quiero yo.

***

Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza;
más que la voluntad, la fuerza y la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a lo helénico y puro, lo chic y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna.
Medio gitano y medio parisién –dice el vulgo–,
con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y, antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.

***

Es tarde... voy de prisa por la vida.
Y mi risa es alegre, aunque no niego que llevo prisa.

Andalucía:

Cádiz, salada claridad. Granada,
agua oculta que llora.
Romana y mora, Córdoba callada,
Málaga cantaora.
Almería, dorada.
Plateado, Jaén. Huelva, la orilla
de las tres carabelas.
                                                  Y Sevilla.

Cantares:

       Vino, sentimiento, guitarra y poesía
hacen los cantares de la patria mía...
Cantares...
Quien dice cantares, dice Andalucía.
       A la sombra fresca de la vieja parra
un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.
       La prima que canta y el bordón que llora...
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.
       No importa la vida, que ya está perdida;
y después de todo, ¿qué es eso, la vida?...
Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.
       Madre, pena suerte, pena, madre, muerte,
ojos negros, negros, y negra la suerte...
Cantares...
En ellos el alma del alma se vierte.
       Cantares. Cantares de la patria mía...
Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía.

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