sábado, 8 de septiembre de 2018

Peregrinos de verano


¡He visto por televisión este verano tantas veces la bella ciudad de Santiago de Compostela y los peregrinos que llegan a ella tras largas caminatas…! Contaré el caso de un chico holandés, agnóstico y anticlerical, que se lanzó a la aventura de hacer el recorrido francés del Camino de Santiago al no poder escalar las altas montañas de los Pirineos. Iniciado con espíritu deportivo, descubrió el silencio en su caminar paso a paso y la escucha de sí mismo. «No se puede marchar durante horas y días sin plantearse preguntas sobre Dios y sobre sí mismo». «Llamar incesante a las puertas del camino para pedir agua o albergue da lecciones de humildad».


Al año siguiente realizó el camino como peregrino. Un peregrino «a su aire», visitando todas las pequeñas iglesias que se encontraba por el camino, pero hostil a la misa y distanciado de toda expresión jerárquica de la fe. En su reflexión llegó un momento en que se llegó a decir: «He comprendido que ocupándome de los representantes de Dios en la tierra me olvidaba de lo fundamental». Y por el camino hacia Santiago llegó a la conversión.
Pero ahí queda esa profunda reflexión de este joven holandés aplicable a tantos de nosotros. Cuántas veces, en nuestra crítica estéril, nos quedamos en la corteza sin catar la sustancia del interior.
Es la posición del teólogo que, desde su gabinete, imparte lecciones de cómo debe llevar las riendas de la Iglesia el Papa y le planta el ejemplo de San Pablo, no sé bien por qué, porque si San Pablo estuviera en estos momentos redivivo, no sé cómo actuaría, pero seguro estoy de que no lo haría a semejanza del teólogo. Es la postura del cura que, cargado de sus filacterias, se las quiere colgar a todos los pacientes feligreses. O la inmadurez del laico que pende toda su fe en la fragilidad del sacerdote cercano. Llevamos tanto tiempo en la Iglesia: unos y otros, dando vueltas a la noria de lo circunstancial, que se nos olvida lo fundamental: el encuentro con Jesucristo que, como dice el Evangelio, es «camino, verdad y vida».
Os invito a peregrinar. Para mí, ya es pura añoranza que me recuerda aquellos años scouts con sus buenas caminatas mochila a la espalda. Pero es un magnífico ejercicio espiritual para el verano. Clarifica las ideas y nos acerca a lo esencial de nuestra fe, el encuentro con Dios.

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