Leo en la última publicación del guineano
cardenal Robert Sarah «Se hace tarde y anochece» (Ed. Palabra, 2019):
–En 1966, durante una conferencia en el
Katholikentag de Bamberg, el teólogo Joseph Ratzinger se muestra
particularmente explícito. Para ilustrar la situación de la Iglesia en el mundo
contemporáneo evoca la imagen de la catedral neogótica de Nueva York, rodeada y
dominada por los gigantes de acero de los rascacielos. En el pasado eran los
campanarios de las catedrales que dominaban las ciudades los que remitían a lo
eterno: hoy son edificios sagrados que dan la impresión de estar sometidos y
perdidos en medio del mundo.
Bello ejemplo para ilustrar la situación
actual de la Iglesia, envuelta en el menosprecio de la modernidad,
especialmente en Europa. Y como no quiero salirme del libro del cardenal Sarah,
actual Prefecto de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los
Sacramentos, –libro que recomiendo su lectura–, «la Iglesia vive una noche
oscura… envuelta y cegada por el misterio de la iniquidad… la crisis que viven
el clero, la Iglesia y el mundo es fundamentalmente una crisis espiritual, una
crisis de fe. Vivimos el misterio de la iniquidad, el misterio de la traición,
el misterio de Judas».
Cardenal Robert Sarah
Y reflexiona largamente sobre la figura de
Judas.
–Jesús llamó a Judas igual que al resto de
los apóstoles. ¡Jesús lo amaba! Lo envió a anunciar la Buena Nueva. Pero, poco
a poco, del corazón de Judas fue apoderándose la duda. Sin dar señales de ello,
empezó a juzgar la enseñanza de Jesús. Se dijo: este Jesús es demasiado
exigente, poco eficaz. Judas quiso traer al mundo el Reino de Dios sin
dilación, empleando medios humanos y conforme a sus propios planes. No
obstante, había escuchado decir a Jesús: «Mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos» (Is 55, 8). Pero Judas se
alejó. Dejó de escuchar a Cristo. Dejó de acompañarlo en esas largas noches de
silencio y oración. Se refugió en los asuntos del mundo. Se ocupó de la bolsa,
del dinero y del comercio. El mentiroso continuó siguiendo a Cristo, pero ya no
creía en Él. Protestaba entre dientes. La tarde del jueves santo el Maestro
lavó sus pies. Muy endurecido debía de estar su corazón para no dejarse
conmover. El Señor se arrodilló ante él como un humilde criado y lavó los pies
de quien iba a entregarlo. Jesús posó sobre él por última vez su mirada llena
de ternura y de misericordia. Pero el diablo ya había penetrado en el corazón
de Judas y este no bajó los ojos. Seguramente pronunció en su interior las
palabras de toda rebelión: non serviam, «no serviré». Sin renunciar a
sus planes, comulgó durante la cena. Fue la primera comunión sacrílega de la
historia. Y cometió traición.
El libro del cardenal Sarah va dirigido a
todos los cristianos, pero especialmente a los sacerdotes.
–El misterio de Judas se propaga. Por eso
quiero decirles a todos los sacerdotes: manteneos fuertes y firmes. Sí, por
culpa de algunos ministros, os etiquetarán a todos de homosexuales. Arrastrarán
por el fango a la Iglesia católica. La presentarán como si solo estuviera
formada por sacerdotes hipócritas y ávidos de poder. No se inquiete vuestro
corazón. El viernes santo acusaron a Jesús de todos los crímenes del mundo y
Jerusalén gritó: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Pese a las encuestas
tendenciosas que ofrecen un panorama desolador de eclesiásticos irresponsables
y con una vida interior anémica al mando del gobierno de la Iglesia, manteneos
serenos y confiados, como la Virgen y san Juan al pie de la cruz. Los
sacerdotes, los obispos y los cardenales sin moral no empañarán el testimonio
luminoso de los más de cuatrocientos mil sacerdotes fieles del mundo entero
que, día tras día, sirven santa y gozosamente a su Señor. Pese a la violencia
de los ataques que pueda sufrir, la Iglesia no morirá. Esa es la promesa del
Señor y su palabra es infalible.
¿Qué solución presenta el cardenal Sarah?
–¡No dudéis! ¡Manteneos firmes en la
doctrina! ¡Perseverad en la oración!... El misterio de Judas, el misterio de la
traición, es un veneno sutil. El diablo intenta hacernos dudar de la Iglesia.
Quiere que la veamos como una estructura humana en crisis. Pero la Iglesia es
mucho más que eso: es la prolongación de Cristo. El diablo nos insta a la
división y al cisma. Quiere hacernos creer que la Iglesia ha cometido traición.
Pero la Iglesia no traiciona. ¡La Iglesia, llena de pecadores, está libre de
pecado! Siempre habrá en ella luz suficiente para quienes buscan a Dios. No os
dejéis tentar por el odio, por la división, por la manipulación. No se trata de
tomar partido, de enfrentarnos los unos a los otros…
No me esperaba yo de un cardenal africano
un libro tan sugerente que pone el dedo en la llaga de una Iglesia actual
profundamente lacerada. Una última cita:
–La Iglesia se muere porque los pastores
tienen miedo de hablar con absoluta honestidad y claramente. Tenemos miedo de
los medios, miedo de la opinión pública, ¡miedo de nuestros propios hermanos!
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