jueves, 24 de octubre de 2019

Crisis de fe en la Iglesia


Leo en la última publicación del guineano cardenal Robert Sarah «Se hace tarde y anochece» (Ed. Palabra, 2019):
–En 1966, durante una conferencia en el Katholikentag de Bamberg, el teólogo Joseph Ratzinger se muestra particularmente explícito. Para ilustrar la situación de la Iglesia en el mundo contemporáneo evoca la imagen de la catedral neogótica de Nueva York, rodeada y dominada por los gigantes de acero de los rascacielos. En el pasado eran los campanarios de las catedrales que dominaban las ciudades los que remitían a lo eterno: hoy son edificios sagrados que dan la impresión de estar sometidos y perdidos en medio del mundo.
Bello ejemplo para ilustrar la situación actual de la Iglesia, envuelta en el menosprecio de la modernidad, especialmente en Europa. Y como no quiero salirme del libro del cardenal Sarah, actual Prefecto de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos, –libro que recomiendo su lectura–, «la Iglesia vive una noche oscura… envuelta y cegada por el misterio de la iniquidad… la crisis que viven el clero, la Iglesia y el mundo es fundamentalmente una crisis espiritual, una crisis de fe. Vivimos el misterio de la iniquidad, el misterio de la traición, el misterio de Judas».


Cardenal Robert Sarah

Y reflexiona largamente sobre la figura de Judas.
–Jesús llamó a Judas igual que al resto de los apóstoles. ¡Jesús lo amaba! Lo envió a anunciar la Buena Nueva. Pero, poco a poco, del corazón de Judas fue apoderándose la duda. Sin dar señales de ello, empezó a juzgar la enseñanza de Jesús. Se dijo: este Jesús es demasiado exigente, poco eficaz. Judas quiso traer al mundo el Reino de Dios sin dilación, empleando medios humanos y conforme a sus propios planes. No obstante, había escuchado decir a Jesús: «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos» (Is 55, 8). Pero Judas se alejó. Dejó de escuchar a Cristo. Dejó de acompañarlo en esas largas noches de silencio y oración. Se refugió en los asuntos del mundo. Se ocupó de la bolsa, del dinero y del comercio. El mentiroso continuó siguiendo a Cristo, pero ya no creía en Él. Protestaba entre dientes. La tarde del jueves santo el Maestro lavó sus pies. Muy endurecido debía de estar su corazón para no dejarse conmover. El Señor se arrodilló ante él como un humilde criado y lavó los pies de quien iba a entregarlo. Jesús posó sobre él por última vez su mirada llena de ternura y de misericordia. Pero el diablo ya había penetrado en el corazón de Judas y este no bajó los ojos. Seguramente pronunció en su interior las palabras de toda rebelión: non serviam, «no serviré». Sin renunciar a sus planes, comulgó durante la cena. Fue la primera comunión sacrílega de la historia. Y cometió traición.
El libro del cardenal Sarah va dirigido a todos los cristianos, pero especialmente a los sacerdotes.
–El misterio de Judas se propaga. Por eso quiero decirles a todos los sacerdotes: manteneos fuertes y firmes. Sí, por culpa de algunos ministros, os etiquetarán a todos de homosexuales. Arrastrarán por el fango a la Iglesia católica. La presentarán como si solo estuviera formada por sacerdotes hipócritas y ávidos de poder. No se inquiete vuestro corazón. El viernes santo acusaron a Jesús de todos los crímenes del mundo y Jerusalén gritó: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Pese a las encuestas tendenciosas que ofrecen un panorama desolador de eclesiásticos irresponsables y con una vida interior anémica al mando del gobierno de la Iglesia, manteneos serenos y confiados, como la Virgen y san Juan al pie de la cruz. Los sacerdotes, los obispos y los cardenales sin moral no empañarán el testimonio luminoso de los más de cuatrocientos mil sacerdotes fieles del mundo entero que, día tras día, sirven santa y gozosamente a su Señor. Pese a la violencia de los ataques que pueda sufrir, la Iglesia no morirá. Esa es la promesa del Señor y su palabra es infalible.
¿Qué solución presenta el cardenal Sarah?
–¡No dudéis! ¡Manteneos firmes en la doctrina! ¡Perseverad en la oración!... El misterio de Judas, el misterio de la traición, es un veneno sutil. El diablo intenta hacernos dudar de la Iglesia. Quiere que la veamos como una estructura humana en crisis. Pero la Iglesia es mucho más que eso: es la prolongación de Cristo. El diablo nos insta a la división y al cisma. Quiere hacernos creer que la Iglesia ha cometido traición. Pero la Iglesia no traiciona. ¡La Iglesia, llena de pecadores, está libre de pecado! Siempre habrá en ella luz suficiente para quienes buscan a Dios. No os dejéis tentar por el odio, por la división, por la manipulación. No se trata de tomar partido, de enfrentarnos los unos a los otros…
No me esperaba yo de un cardenal africano un libro tan sugerente que pone el dedo en la llaga de una Iglesia actual profundamente lacerada. Una última cita:
–La Iglesia se muere porque los pastores tienen miedo de hablar con absoluta honestidad y claramente. Tenemos miedo de los medios, miedo de la opinión pública, ¡miedo de nuestros propios hermanos!

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