Tras la exhumación del cadáver de Franco, ocurrido
ayer jueves, vendrá en el Valle de los Caídos la de José Antonio Primo de Rivera,
y en Sevilla voces se oyen de remover a Queipo de Llano de la Basílica
Macarena.
Quisiera recoger aquí las figuras de Queipo
de Llano y cardenal Segura versus Franco. Queipo y Segura se conocieron por
primera vez en el funeral del cardenal Ilundáin, arzobispo de Sevilla, presidido
por Segura en agosto de 1937. Estamos en plena guerra. Segura, desterrado en
Roma, pasa ese verano en Olaz de Loyola con su hermana Elena. Y acude, enviado
por Roma, al funeral del cardenal Ilundáin, pasando por la Ruta de la Plata, ya
liberada por los nacionales. Curiosamente, venía con su capellán y escoltado
por dos requetés. Gonzalo Queipo de Llano era el jefe del Ejército del Sur.
Queipo de Llano y cardenal
Segura
Volvieron a verse, dos meses más tarde, 12
de octubre, cuando Segura tomó posesión de la diócesis de Sevilla. Desembarcó
en Cádiz y, a las tres y media de la tarde, entró en la ciudad por la Avenida
de la Palmera, siendo esperado en la parroquia del Corpus Christi por las
autoridades, Queipo de Llano al frente. A partir de este momento, formarán un
dúo curioso en los próximos años.
Al año siguiente, 29 de junio de 1938,
Segura preside en el barrio de El Tardón la bendición y primera piedra de la
iglesia de San Gonzalo, primera parroquia que surge bajo su pontificado, y se
le pone el nombre del general Queipo, con el que comparte sintonía y amistad.
Actuó de madrina, su esposa Genoveva Martí Tovar, que también gozará de otra
parroquia con su nombre, la iglesia de Santa Genoveva, en el barrio del Tiro de
Línea, bendecido solemnemente el 10 de enero de 1944.
Coincidiendo con la terminación de la
batalla del Ebro con la derrota del ejército republicano, un decreto de la Jefatura del Estado proclamaba «día
de luto nacional» el 20 de noviembre, en memoria del fusilamiento de José
Antonio Primo de Rivera, y establecía, «previo acuerdo con las autoridades
eclesiásticas», que «en los muros de cada parroquia figurará una inscripción que
contenga los nombres de los Caídos, ya en la presente Cruzada, ya víctimas de
la revolución marxista». Y se produjo la colocación en las iglesias de placas e
inscripciones conmemorativas de los «caídos por Dios y por la Patria»,
encabezadas por el nombre de José Antonio Primo de Rivera.
En Sevilla no hubo en la catedral ni cruz
ni placa con los nombres de los caídos. No lo toleró Segura. Prohibió que «los
muros de la catedral fueran utilizados para propaganda política y anunció que
si contra su voluntad se efectuaba la inscripción serían excomulgados los que
intervinieran en la operación». El gobernador civil, Gamero del Castillo, en su
calidad de jefe provincial de FET y de las JONS, pidió al cardenal Segura que
designara la persona que en su representación debía de llevar a término esa
resolución. Pero en su pulso con el cardenal, el joven gobernador hubo de
resignar su cargo. Porque Segura es mucho Segura, y Queipo de Llano, con el que
el gobernador ha tenido también no pocas diferencias, es mucho Queipo de Llano.
Si a Franco le ha salido un grano en
Sevilla con el cardenal Segura, otro no menor padece con el general Queipo. Si
al primero tratará de expulsarlo de España en 1940, cuando en una de sus
célebres sabatinas dijo que «caudillo es sinónimo de demonio», a Queipo de
Llano se lo quitará de encima enviándolo en misión diplomática fuera de España.
Queipo y Segura son dos figuras que en
cierto modo han congeniado. Queipo es ascendido a teniente general el 15 de
mayo de 1939 y el 5 de julio siguiente nombrado jefe de la II Región Militar,
que abarcaba toda Andalucía. Con este motivo, las diputaciones y alcaldes de
Andalucía y Badajoz le rindieron un homenaje el 18 de julio, que se celebró en
el Ayuntamiento de Sevilla. En su discurso, Queipo pidió públicamente la
laureada para la ciudad de Sevilla, al igual que Franco se la había concedido a
Valladolid el día anterior, cuando Sevilla tenía iguales o mayores méritos para
que también se la hubiese distinguido.
Y disparó las iras de Franco. Le convocó a
Burgos dos días después, 20 de julio, y le comunicó su cese e inmediata salida
del territorio nacional. Como dijo Ricardo de la Cierva, fue «el mandato más breve
de la historia militar española», quince días. Franco le propuso: Argentina
como embajador o Italia como jefe de misión militar. Queipo eligió Roma, donde
pasará tres años como agregado militar de la embajada, aunque en realidad
resultó vacío de cualquier servicio. Vivirá en el Hotel Excelsior con su hija
Maruja, ya que su esposa prefirió quedarse en Sevilla con sus otros hijos. En
Roma se dedicará a escribir sus memorias. Cuando vuelva de Roma, ya en la
reserva como militar, se recluirá en su finca de Gambogaz, cerca de Sevilla, y
llevará una vida recluida hasta su muerte en 1951.
En
febrero de 1943, un decreto de la Jefatura del Estado nombra a los cincuenta
procuradores en Cortes de libre asignación del Caudillo. Entre ellos, se
hallaba Segura. Si Franco buscaba una entente con el cardenal rebelde, en un
intento de tenerlo dentro del redil, de nada le sirvió. Días después, Segura
escribió una carta a Franco declinando el cargo de procurador en Cortes. Pero se verá pronto con él.
Franco vuelve a Sevilla porque el
Ayuntamiento le ha concedido la Medalla de Oro de la ciudad. El 6 de mayo, en el
trayecto de la Puerta de Jerez a la plaza de San Francisco, toda la Avenida
estaba engalanada de banderas por donde discurrirá un desfile de las legiones
del Partido y centurias agrícolas con sus instrumentos de labranza. Franco
aprovechó su discurso para pedir que esa misma medalla fuera concedida al
general Queipo de Llano, que se hallaba retirado en su finca de Gambogaz. Buscaba
así la reconciliación con el viejo general. Al día siguiente, 7 de mayo, se
vieron en el Alcázar y por la tarde, Franco y señora fueron recibidos por la
Junta de Gobierno de la Hermandad de la Macarena, presidida por Queipo de
Llano, como Hermano mayor honorario, que lo fuera desde el 22 de septiembre de
1936. Queipo le ofreció su vara y con un abrazo ante la Virgen Macarena quedaron
zanjadas las viejas disputas. El 12 de octubre, Queipo recibió la Medalla de
Oro de la ciudad de Sevilla y un año más tarde, Franco le concedió la Gran Cruz Laureada de San
Fernando, que se la impuso en un acto oficial en la Plaza de España de Sevilla.
El 8
de mayo es el encuentro con Segura. Franco acude a la catedral para asistir,
como despedida de la ciudad, a una Salve ante la Virgen de los Reyes, y
nuevamente es llevado bajo palio por cuatro beneficiados desde la puerta de los
Príncipes hasta la Capilla Real, donde fue recibido por el cardenal Segura
revestido de pontifical. Aquí el encuentro será más bien protocolario.
El 9 de marzo de 1951 muere Queipo de Llano
de una afección cardíaca en su finca de Gambogaz. Segura, al enterarse, acudió
a la casa mortuoria, y delante del cadáver, de rodillas, rezó un responso. Ya
lo había visitado a lo largo de los últimos meses en varias ocasiones. Se
sentían amigos. Amortajado con la túnica de la Hermandad de la Macarena, en su
Basílica será enterrado al día siguiente, después de estar expuesto en el salón
de sesiones del Ayuntamiento de Sevilla. Segura ordenará que todas las campanas
de Sevilla doblen por el general amigo.
Una figura polémica, como la de Segura.
Dirá el diario «ABC»:
–Vivió el general Queipo de Llano en
constante inquietud espiritual que al fin hubo de serenarse y glorificarse en
la santa rebeldía, que motivara nuestra guerra de Cruzada. La agitación de su
vida contrasta con la cristiana tranquilidad de su muerte ejemplar. Una ciudad
orante clama a Dios misericordioso que conceda eterno descanso al alma del
general Queipo de Llano.
Segura murió en Madrid el 8 de abril de 1957.
«Il Corriere della Sera»,
diario de más difusión en Italia, tituló así la noticia: «E morto il cardinale
Segura che piegò la fronte solo al Papa», bajó su frente solo ante el Papa. Y
en la crónica señalaba que «el hombre negro de la República se convirtió
en el hombre negro de la
Falange ».
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