lunes, 21 de octubre de 2019

Queipo de Llano y cardenal Segura versus Franco


Tras la exhumación del cadáver de Franco, ocurrido ayer jueves, vendrá en el Valle de los Caídos la de José Antonio Primo de Rivera, y en Sevilla voces se oyen de remover a Queipo de Llano de la Basílica Macarena.
Quisiera recoger aquí las figuras de Queipo de Llano y cardenal Segura versus Franco. Queipo y Segura se conocieron por primera vez en el funeral del cardenal Ilundáin, arzobispo de Sevilla, presidido por Segura en agosto de 1937. Estamos en plena guerra. Segura, desterrado en Roma, pasa ese verano en Olaz de Loyola con su hermana Elena. Y acude, enviado por Roma, al funeral del cardenal Ilundáin, pasando por la Ruta de la Plata, ya liberada por los nacionales. Curiosamente, venía con su capellán y escoltado por dos requetés. Gonzalo Queipo de Llano era el jefe del Ejército del Sur.


Queipo de Llano y cardenal Segura

Volvieron a verse, dos meses más tarde, 12 de octubre, cuando Segura tomó posesión de la diócesis de Sevilla. Desembarcó en Cádiz y, a las tres y media de la tarde, entró en la ciudad por la Avenida de la Palmera, siendo esperado en la parroquia del Corpus Christi por las autoridades, Queipo de Llano al frente. A partir de este momento, formarán un dúo curioso en los próximos años.
Al año siguiente, 29 de junio de 1938, Segura preside en el barrio de El Tardón la bendición y primera piedra de la iglesia de San Gonzalo, primera parroquia que surge bajo su pontificado, y se le pone el nombre del general Queipo, con el que comparte sintonía y amistad. Actuó de madrina, su esposa Genoveva Martí Tovar, que también gozará de otra parroquia con su nombre, la iglesia de Santa Genoveva, en el barrio del Tiro de Línea, bendecido solemnemente el 10 de enero de 1944.
Coincidiendo con la terminación de la batalla del Ebro con la derrota del ejército republicano, un decreto de la Jefatura del Estado proclamaba «día de luto nacional» el 20 de noviembre, en memoria del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, y establecía, «previo acuerdo con las autoridades eclesiásticas», que «en los muros de cada parroquia figurará una inscripción que contenga los nombres de los Caídos, ya en la presente Cruzada, ya víctimas de la revolución marxista». Y se produjo la colocación en las iglesias de placas e inscripciones conmemorativas de los «caídos por Dios y por la Patria», encabezadas por el nombre de José Antonio Primo de Rivera.
En Sevilla no hubo en la catedral ni cruz ni placa con los nombres de los caídos. No lo toleró Segura. Prohibió que «los muros de la catedral fueran utilizados para propaganda política y anunció que si contra su voluntad se efectuaba la inscripción serían excomulgados los que intervinieran en la operación». El gobernador civil, Gamero del Castillo, en su calidad de jefe provincial de FET y de las JONS, pidió al cardenal Segura que designara la persona que en su representación debía de llevar a término esa resolución. Pero en su pulso con el cardenal, el joven gobernador hubo de resignar su cargo. Porque Segura es mucho Segura, y Queipo de Llano, con el que el gobernador ha tenido también no pocas diferencias, es mucho Queipo de Llano.
Si a Franco le ha salido un grano en Sevilla con el cardenal Segura, otro no menor padece con el general Queipo. Si al primero tratará de expulsarlo de España en 1940, cuando en una de sus célebres sabatinas dijo que «caudillo es sinónimo de demonio», a Queipo de Llano se lo quitará de encima enviándolo en misión diplomática fuera de España.
Queipo y Segura son dos figuras que en cierto modo han congeniado. Queipo es ascendido a teniente general el 15 de mayo de 1939 y el 5 de julio siguiente nombrado jefe de la II Región Militar, que abarcaba toda Andalucía. Con este motivo, las diputaciones y alcaldes de Andalucía y Badajoz le rindieron un homenaje el 18 de julio, que se celebró en el Ayuntamiento de Sevilla. En su discurso, Queipo pidió públicamente la laureada para la ciudad de Sevilla, al igual que Franco se la había concedido a Valladolid el día anterior, cuando Sevilla tenía iguales o mayores méritos para que también se la hubiese distinguido.
Y disparó las iras de Franco. Le convocó a Burgos dos días después, 20 de julio, y le comunicó su cese e inmediata salida del territorio nacional. Como dijo Ricardo de la Cierva, fue «el mandato más breve de la historia militar española», quince días. Franco le propuso: Argentina como embajador o Italia como jefe de misión militar. Queipo eligió Roma, donde pasará tres años como agregado militar de la embajada, aunque en realidad resultó vacío de cualquier servicio. Vivirá en el Hotel Excelsior con su hija Maruja, ya que su esposa prefirió quedarse en Sevilla con sus otros hijos. En Roma se dedicará a escribir sus memorias. Cuando vuelva de Roma, ya en la reserva como militar, se recluirá en su finca de Gambogaz, cerca de Sevilla, y llevará una vida recluida hasta su muerte en 1951.
En febrero de 1943, un decreto de la Jefatura del Estado nombra a los cincuenta procuradores en Cortes de libre asignación del Caudillo. Entre ellos, se hallaba Segura. Si Franco buscaba una entente con el cardenal rebelde, en un intento de tenerlo dentro del redil, de nada le sirvió. Días después, Segura escribió una carta a Franco declinando el cargo de procurador en Cortes. Pero se verá pronto con él.
Franco vuelve a Sevilla porque el Ayuntamiento le ha concedido la Medalla de Oro de la ciudad. El 6 de mayo, en el trayecto de la Puerta de Jerez a la plaza de San Francisco, toda la Avenida estaba engalanada de banderas por donde discurrirá un desfile de las legiones del Partido y centurias agrícolas con sus instrumentos de labranza. Franco aprovechó su discurso para pedir que esa misma medalla fuera concedida al general Queipo de Llano, que se hallaba retirado en su finca de Gambogaz. Buscaba así la reconciliación con el viejo general. Al día siguiente, 7 de mayo, se vieron en el Alcázar y por la tarde, Franco y señora fueron recibidos por la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Macarena, presidida por Queipo de Llano, como Hermano mayor honorario, que lo fuera desde el 22 de septiembre de 1936. Queipo le ofreció su vara y con un abrazo ante la Virgen Macarena quedaron zanjadas las viejas disputas. El 12 de octubre, Queipo recibió la Medalla de Oro de la ciudad de Sevilla y un año más tarde, Franco le concedió la Gran Cruz Laureada de San Fernando, que se la impuso en un acto oficial en la Plaza de España de Sevilla.
El 8 de mayo es el encuentro con Segura. Franco acude a la catedral para asistir, como despedida de la ciudad, a una Salve ante la Virgen de los Reyes, y nuevamente es llevado bajo palio por cuatro beneficiados desde la puerta de los Príncipes hasta la Capilla Real, donde fue recibido por el cardenal Segura revestido de pontifical. Aquí el encuentro será más bien protocolario.
El 9 de marzo de 1951 muere Queipo de Llano de una afección cardíaca en su finca de Gambogaz. Segura, al enterarse, acudió a la casa mortuoria, y delante del cadáver, de rodillas, rezó un responso. Ya lo había visitado a lo largo de los últimos meses en varias ocasiones. Se sentían amigos. Amortajado con la túnica de la Hermandad de la Macarena, en su Basílica será enterrado al día siguiente, después de estar expuesto en el salón de sesiones del Ayuntamiento de Sevilla. Segura ordenará que todas las campanas de Sevilla doblen por el general amigo.
Una figura polémica, como la de Segura. Dirá el diario «ABC»:
–Vivió el general Queipo de Llano en constante inquietud espiritual que al fin hubo de serenarse y glorificarse en la santa rebeldía, que motivara nuestra guerra de Cruzada. La agitación de su vida contrasta con la cristiana tranquilidad de su muerte ejemplar. Una ciudad orante clama a Dios misericordioso que conceda eterno descanso al alma del general Queipo de Llano.
Segura murió en Madrid el 8 de abril de 1957. «Il Corriere della Sera», diario de más difusión en Italia, tituló así la noticia: «E morto il cardinale Segura che piegò la fronte solo al Papa», bajó su frente solo ante el Papa. Y en la crónica señalaba que «el hombre negro de la República se convirtió en el hombre negro de la Falange».

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