La cruz más notable de Sevilla, toda una
filigrana de hierro, que preside la plaza de Santa Cruz, fue forjada por el
rejero Sebastián Conde en 1692. Su sitio primitivo estuvo en la placeta de la
Cerrajería, en la confluencia de la calle Rioja con Sierpes, y allí permaneció
pacíficamente durante todo el siglo XVII hasta que al siglo siguiente comenzose
un quita y pon de la cruz para dar paso a las comitivas reales que venían a
Sevilla y entraban, no ya como lo hizo Carlos V por la Macarena o Felipe II por
la Puerta Real, sino por la Puerta de Triana, para seguir por San Pablo, Rioja
y desembocar en Sierpes por la placeta de la Cerrajería.
La cruz, en el medio, estorbaba el paso
de la comitiva. Y de ahí el quitarla y ponerla. Que así lo cuenta Luis Montoto:
«A la entrada de Felipe V en la ciudad, en 1729, para franquear el paso a la
comitiva regia, la llevaron al convento de las Mínimas, donde permaneció hasta
1734, que la restituyeron a su lugar. Volvieron a quitarla de allí en 1796, con
ocasión de la llegada de Carlos IV, y otra vez la devolvieron a su sitio, en el
mismo año. Vuelta a llevarla a aquel convento, en 1816, por la venida de Dª
María Isabel de Braganza, y vuelta a restituirla a la placeta de la Cerrajería,
en 1817. Corrieron los años, parecía que estaba segura en su puesto, y en 1840
retorna a las Mínimas, no porque entrasen o saliesen reyes, sino porque había
llegado la hora de dar en tierra con las cruces y los retablos que en las vías
públicas se ostentaban. De las Mínimas la trasladaron al Museo de Bellas Artes,
y recientemente la han colocado sobre la tierra en que yacen las cenizas de
Murillo».
El convento de Consolación, de monjas
mínimas, se hallaba al lado de la cruz de la Cerrajería, en el lugar en el que
durante muchos años ocupó el Teatro y luego Cine Llorens. Cuando en 1918 se
quiso dar nueva fisonomía a la plaza de Santa Cruz, con proyecto del arquitecto
Juan Talavera, se pensó en la cruz de la Cerrajería. La Academia de Bellas
Artes dio su conformidad el 20 de junio de 1918 para su traslado y desde
entonces pueden contemplarse en esta recoleta plaza, que fue mezquita,
parroquia de Santa Cruz y descanso del genial Murillo, las volutas, cogollos,
hojas, lazos y roleos de esta bella Cruz de la Cerrajería.
Esta cruz ha quedado, otras desaparecieron
a mediados del siglo pasado, por la política municipal del bienio progresista
(1854-56) de eliminar de las calles sevillanas cruces y retablos. Lo recuerda
también Luis Montoto:
«Muchas
se levantaron en calles y plazas, y desaparecieron a los embates de la tromba
que por aquí pasó. En mi niñez, aún quedaban algunas en pilares y paredes;
hasta que en 1855 el Municipio acordó quitarlas de la vía pública y recluirlas
en los templos. Entre otras que vi, se contaban la de la Alfalfa, en el pilar
de una fuente; tres de madera, adosadas a la pared, en la calle de las Cruces;
las de las calles Ancha de San Bernardo, Humeros, Linos, Ancha de la Feria y la
Macarena, y las de la Plaza del Consulado, San Jacinto, Puerta de Triana y
Prado de San Sebastián, colocadas en sendos pilares. Al año siguiente, en 1856,
muchos vecinos de la ciudad acudieron al Municipio, por conducto del Sr.
Gobernador Eclesiástico, en súplica de que las devolviese a los lugares en que
estuvieron. El Alcalde, a quien la solicitud pareció de perlas, protestó de su
celo religioso, y el Cabildo acordó... que estaba bien mandado lo mandado en
1855».
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