sábado, 23 de junio de 2018

La cárcel, una pobreza absoluta


Estos días pasados, entre otras noticias, sobresale la entrada en la prisión de Brieva (Ávila) de Iñaki Urdangarin, esposo de la infanta Cristina, hermana mayor del rey Felipe VI. Ahí cumplirá la pena de cinco años interpuesta por el Tribunal Supremo. Este Iñaki se creía el Rey del Mambo y sólo era un deportista de élite de balonmano. El rey era su suegro, no él. Y ahora cumple condena por su mala cabeza.
–Esta gente también necesita misericordia.
Lo dice sor Carmen Blázquez, religiosa adoratriz que lleva 22 años visitando esta cárcel de mujeres de Brieva, donde hay un módulo para hombres, en el que estuvo hace unos años el que fuera director general de la Guardia Civil, Luis Roldán.
Precisamente, Luis Roldán le ha dado diez consejos a Urdangarin. El quinto es:
–Leer la Biblia. Hay que tener vida interior, te ayuda en los momentos difíciles.
Parece que al entrar ya ha preguntado Urdangarin por los horarios de misas y lleva consigo un rosario. Todo ello le será necesario para mantener vida interior en la soledad en la que se va a encontrar.


Sor Carmen Blázquez y Padre Leonardo Castillo.

La religiosa Carmen Blázquez, por su parte, cuyo carisma principal de su Instituto es la acogida de mujeres maltratadas y procedentes de la cárcel, ha aprendido en su larga trayectoria con reclusas de que «no hay que juzgar a nadie». Y confiesa:
–Visitar a los presos te adentra en el misterio de la vida de Dios. Eso lo tengo yo muy claro.
En su soledad, puesto que en su módulo de hombres está él solo, Urdangarin podrá encontrar en esta monja el consuelo espiritual que todo penado necesita.
Este caso me ha traído a la memoria la figura de un cura sevillano, biografiado por mí, Padre Leonardo Castillo, que, entre otras muchas de sus actividades –Delegado diocesano de Cáritas Diocesana e inspirador de los «Costaleros para un Cristo Vivo»– fue también Capellán de la Cárcel de Sevilla. Tan grata era su presencia, que, a su muerte en 2005, se rotuló el paseo de entrada a la cárcel con el nombre de «Avenida del Padre Leonardo Castillo».
Lo mismo da que se trate del aristócrata y poderoso o del indigente, del maletilla que comienza o del que es ya figura, del extraño y del conocido. Hay que ayudar y Leonardo, no sólo «echa una mano»», sino que se mete él mismo en la piel de quien lo necesita.
Es el propio Leonardo quien confiesa sus experiencias:
Personalmente, raro ha sido el día, y han sido muchos en mi vida, que no haya aprendido algo en mi trato con los presos. Decía que una de las características que siempre me impresionó en la cárcel fue la Bondad que se percibe. Siempre se ha dicho que los extremos se tocan y estos extremos no sólo se ven, sino que se palpan en la cárcel. He conocido reclusos con nombre y apellidos que han cometido delitos abyectos o acciones antihumanas y esa misma persona ha sido capaz de lo más sublime. Entre muchísimos casos, he conocido a una persona que cometió un delito abominable. Esta persona, que fue capaz de algo tan perverso, en sus primeras semanas de cárcel se presentó en la enfermería y se convirtió en «madre» de un recluso en fase terminal de sida, abandonado de su familia. Lo lavaba, estaba pendiente de las medicinas que debía tomar y pidió ser trasladado a la habitación del enfermo. Una acción plenamente cristiana y heroica. La cárcel me ha llevado a muchas consideraciones. Una de ellas es el convencimiento de que la Cárcel y la Enfermedad son dos pobrezas absolutas. Hay muchas clases de pobrezas que son relativas. No tienes comida y puedes comer hierba. No tienes ropa y puedes taparte las partes pudendas con hojas secas o cartón. No tienes casa y puedes dormir bajo un puente. Pero estar enfermo y que te tengan que hacer todo, sin poderte valer por ti mismo, o privado de libertad, uno de los mayores dones del hombre, éstas sí que son pobrezas absolutas.
Y también:
–Después de charlar con los reclusos, me vino a la mente la frase de Pío XII: «Muchas personas son malas porque no han sido amadas suficientemente». El mal es esa falta de amor de la que murió, por ejemplo, el duque de Feria. Mire, el ochenta por ciento de los presos que están en la cárcel es por falta de amor.
El Padre Leonardo tenía una atención especial a personas que, como Urdangarin, pertenecían a la alta sociedad y se hallaban en la cárcel. Caso del duque de Feria, Rafael Medina, que ingresó en 1993 en prisión por corrupción de menores y tráfico de drogas. O el caso de Manuel Prado y Colón de Carvajal, descendiente directo de Cristóbal Colón y administrador privado del Rey Juan Carlos I durante más de 20 años.
Personas estas, me decía, más necesitadas de consuelo que los presos comunes. Me contó una anécdota curiosa. Manuel Prado era manco del brazo izquierdo, a consecuencia de un accidente de circulación que tuvo a los 18 años, y los presos, porque en Sevilla hay gracia de sobra, le decían:
–Don Manuel, ¡hay que ver lo que ha robado usted, y eso que sólo tiene usted una mano!
La labor en el Centro Penitenciario Sevilla I no se ha interrumpido y el aura del Padre Leonardo flota en el ambiente y en la obra de los voluntarios costaleros que allá acuden. También, la magia de la Navidad llega a la cárcel con la presencia de los Magos el día de Reyes, que acuden para alegrar la existencia de los reclusos. El día de Reyes de de 2017, el rey Melchor estuvo representado por el cantante José Manuel Soto, el rey Gaspar por el torero Francisco Rivera «Paquirri» y el rey Baltasar por José Ángel Velázquez, delegado general de Empresa de la Caixa.

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