Hoy, 2 de noviembre, se cumplen 65 años de
la llegada a Sevilla de José María Bueno Monreal como arzobispo coadjutor del
cardenal Segura y con plenos poderes de jurisdicción de la diócesis. ¿Por qué
Roma tomó esta resolución? Porque Segura había llegado a ser un problema
eclesial de primera magnitud. Y a Roma se le acabó la paciencia. Trataron de ponerle un obispo auxiliar en la
figura de Antonio Tineo Lara, párroco de Omnium Sanctorum, que Segura rechazó. Corrió
también el nombre de Valentín Gómez, penitenciario de la catedral, que también rechazó.
Le mutilaron la archidiócesis al elevar Huelva a obispado. Por último, le
pusieron un arzobispo coadjutor con plenos poderes.
En diciembre de
1953 llegó de nuncio a Madrid monseñor Antoniutti, con un propósito bien claro:
cargarse a Segura. La palabra «cargarse» no forma parte del vocabulario
diplomático vaticano, pero la realidad era esa. Para Antoniutti, Segura era un
«personaje anormal» y la Santa Sede debía adoptar una «solución definitiva».
Segura huele que
tratan de moverle la silla arzobispal. Y hace un último intento por
congraciarse con Roma. El 1 de
noviembre de 1954 preside en Roma la peregrinación de las cofradías sevillanas
para celebrar la fiesta de la Realeza de María. Tres días antes, Pío XII había
firmado la bula de nombramiento de Bueno Monreal, obispo de Vitoria, como
arzobispo coadjutor con derecho a sucesión.
En la noche del 31 de octubre, Bueno
Monreal recibe en Vitoria, donde era obispo, una llamada telefónica de la
Nunciatura para que se persone en Madrid al día siguiente. El 1 de noviembre,
festividad de Todos los Santos, tomó su viejo coche alemán Borgward negro
conducido por su chófer Jesús Martínez, prudente y callado como un cartujo, y
acudió a la Nunciatura en Madrid acompañado de su capellán Jesús Mendi.
La entrevista con el nuncio fue breve. Le
dio una carta, copia de las bulas que aún no habían llegado de Roma, y le dijo
que se persone en Sevilla y tome posesión de la diócesis ante el Cabildo
catedralicio antes de las 12 horas del día siguiente, 2 de noviembre,
festividad de los Fieles Difuntos.
Mientras, en Roma, la plaza de San Pedro es
un «bosque de banderas y estandartes» del mundo entero. Y en aquella marea de
lábaros marianos, los Simpecados de las cofradías sevillanas: Gran Poder,
Silencio, Amargura, Macarena, Esperanza de Triana, los Gitanos, Rocío...
Cuarenta y siete cofradías, ajenas todas ellas y Segura que las presidía de lo
que acontece en Sevilla.
El 2 de noviembre, Bueno Monreal se
presentó ante el Cabildo catedral, después del coro de los canónigos, y
presentó el documento firmado por el nuncio Antoniutti en el que se dice que el
Papa le ha nombrado arzobispo coadjutor con derecho a sucesión. Los canónigos
lo acatan y Bueno Monreal presta juramento «de defender los Estatutos y
laudables costumbres de la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia de
Sevilla». ¿No es sorprendente que no hubiera habido una sola voz discrepante,
puesto que lo que allí mostraba Bueno Monreal era una simple carta del nuncio y
no las Bulas o Letras Apostólicas, que no han llegado de Roma? ¿Y no es
sorprendente que un arzobispo coadjutor tome posesión estando el titular de la
diócesis ausente y precisamente en Roma?
Pío XII no recibió a Segura en audiencia
privada. Tan sólo se vio con él en los actos litúrgicos del día 1 y en la
audiencia colectiva de todos los prelados del día 2. A Segura le obligaron a
recorrer tres dicasterios, donde le refirieron su situación personal. ¿Sabéis
qué reacción tuvo? Amenazó con tomar un avión y exiliarse en Moscú. Fue un
farol que se echó, pero imaginen qué escándalo se hubiera formado si lo hubiera
llevado a la práctica. Piensen el momento histórico: año 1954, Stalin ha muerto
el año anterior, telón de acero, Nikita Kruschev, el del zapato en la ONU, en
el Kremlin... y un cardenal que pide asilo político.
Segura llegó a Sevilla el 9 de noviembre.
Al día siguiente fue el encuentro. Once de la mañana. Despacho del cardenal
Segura en el palacio arzobispal. La entrevista duró media hora. Bueno Monreal
le mostró la carta de la
Nunciatura en la que le acreditaba para el nuevo cargo. Como
buen canonista, Segura le recordó que aquel papel no servía de nada, eran
necesarias las Bulas. Y rompió la carta.
Cuando las Bulas lleguen a Sevilla, casi un
mes después, el viejo león se plegará en obediencia. A regañadientes. El
cardenal Segura seguirá en el palacio arzobispal y Bueno Monreal en el
Seminario de San Telmo. La tensión electrizante entre ambos durará hasta la
muerte de Segura en 1957.
Es lo menos que merecía. Recuerdo perfectamente su entierro en el Monumento. De Bueno Monreal hablo a veces con un familiar suyo, Santiago Bueno Salinas, prev. vicario judicial en el arzobispado de Barcelona.
ResponderEliminarQue le pasó a Bueno Monreal pasado años, en el "despacho" de "el grande"?
ResponderEliminarLamentablemente Don Carlos Ros Carballar falleció hace más de un año, de lo contrario seguramente le hubiera respondido. Le recomiendo el libro del Cardenal Segura, también escrito por Carlos Ros. Patricia
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