miércoles, 30 de octubre de 2019

Pío XII y el Milagro del Sol


El 13 de octubre de 1951, el cardenal Tedeschini, que fuera nuncio en España, fue enviado por Pío XII como Legado Pontificio a Fátima para la Clausura del Año Santo Universal. Cuando se despidió en Roma del Papa, Tedeschini dijo a Pío XII:
–Santo Padre, quisiera habla en Fátima de vuestras maravillosas visiones.
Pío XII trató de disuadirle:
–No, no…
Tedeschini insistió y el Papa le dijo finalmente:
–Bien; si tanto empeño tenéis, hablad de ello.


 Llegado a Fátima, en la misa de clausura, Tedeschini pronunció en su homilía las siguientes palabras:
–Os diré en confidencia (pero ahora hablo yo solo) que otra persona ha visto ese milagro. Otro lo ha visto mucho tiempo después, en el Vaticano: es el Papa, nuestro Soberano Pontífice, Pío XII en persona. ¡Lo ha visto! Eran las cuatro de la tarde de los días 30 y 31 de octubre y, después, el 1 de noviembre de 1950. En los jardines del Vaticano, el Santo Padre ha alzado los ojos hacia el sol y el milagro que se produjera en este valle hace años se repitió en aquellos días a la vista del Papa. ¿Quién podría fijar directamente la mirada en el sol rodeado de todo su esplendor? El Papa ha podido hacerlo. El sol se agitaba convulsamente, transformándose en una masa estremecida de vida, en un espectáculo de movimientos celestes, que de aquella manera transmitían al Vicario de Cristo silenciosos pero elocuentes mensajes.
A Tedeschini se le olvidó decir que el Papa observó un cuarto milagro del sol: el 8 de noviembre (octava de la definición del dogma de la Asunción). Y así se corrió por el ancho mundo algo que Pío XII solo había contado a ciertos cardenales, a sus monjas y a un reducido número de personas.
Sor Pascalina, la religiosa alemana que dedicó su vida, cuarenta años, al servicio de Pío XII, cuenta en su libro de memorias este suceso:
–El colofón del Año Santo iba a ser la proclamación del dogma de la Asunción de María, en cuerpo y alma, a los cielos, el 1 de noviembre. El 30 de octubre, a la vuelta de su paseo por los jardines vaticanos, nos contó Pío XII que, mientras paseaba, vio un espectáculo raro en el cielo. El sol estaba todavía bastante alto y parecía una bola oscura, de amarillo pálido, rodeada de un resplandor brillante. Delante del sol se mecía una nubecilla tenue y clara. El sol se movía ligeramente, como balanceando a derecha e izquierda sobre su eje, y en su interior se observaban unos movimientos continuos. El conjunto ofrecía una vista maravillosa y se podían fijar los ojos en él sin deslumbrarse. Al día siguiente, domingo, fuimos expectantes al jardín, pero volvimos desengañadas. No vimos el espectáculo. El Santo Padre nos preguntó: «¿Lo han visto? Hoy ha ocurrido lo mismo que ayer». El mismo espectáculo vio también el día de la promulgación dogmática, así como en la octava. A nosotras nos hubiera gustado verlo, pero no nos fue dado. Pío XII preguntó al observatorio de Castelgandolfo (Specula), pero tampoco allí observaron nada especial. El mismo resultado negativo dieron otras averiguaciones que mandó hacer Pío XII.
Andrea Tornielli, en su clásica biografía sobre Pío XII, cuenta que este fenómeno del sol lo revivió Pío XII un año después, el 10 de noviembre de 1951 en Castelgandolfo. Y añade:
–Pío XII estaba muy persuadido de la realidad del fenómeno extraordinario.
Lo confirma también sor Konrada, otra de las monjas a su servicio:
–Antes de la proclamación del dogma de la Asunción, el Santo Padre, durante un paseo por los jardines vaticanos, vio el milagro del sol. Yo fui a verlo una primera y una segunda vez, pero no vi nada.
El sobrino del Papa, Carlo Pacelli, refiere también este episodio de su tío:
–Sucedió que el 30 de octubre el Santo Padre habló por primera vez al Conde Galeazzi y a mí del fenómeno singular que ha podido ver mientras se hallaba en los jardines vaticanos para su acostumbrado paseo «de trabajo». Según dijo, el sol aparecía rojo con un velo de vapores y un halo en torno a él. Había podido mirarlo claramente con sus ojos. El sol se había movido en un cierto radio en todos los sentidos por el espacio de tiempo de un minuto. El Santo Padre afirmaba de haber visto el fenómeno con claridad, mientras estaba bien despierto; el ayudante de cámara Giovanni Stefanoni y el chófer, sin embargo, no habían visto nada. El 8 de noviembre, el Santo Padre volvió sobre el argumento, porque a las 16,30 había podido de nuevo notar el fenómeno extraordinario. El movimiento por él notado había sido, esta vez, más amplio que el verificado el 30 de octubre.
Es curioso que Pío XII fuera consagrado arzobispo por Benedicto XV en la Capilla Sixtina precisamente el domingo 13 de mayo de 1917, día de la primera aparición de la Virgen a los pastorcillos de Fátima.

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